El efecto isla de calor es el fenómeno que ocurre en determinados núcleos urbanos donde las temperaturas aumentan considerablemente respecto a las zonas de la periferia, debido al calor que concentran y expulsan los edificios de gran altura, el asfalto y los vehículos que circulan por las ciudades. Esto genera una sensación de ‘horno’ en el que se convierte casi imposible salir a la calle a dar un paseo o sentarse en una terraza a disfrutar de la tarde. Pero ¿se puede reducir este efecto y combatir, así, que las urbes se conviertan en islas de calor?
Son varios los factores y las medidas que tanto arquitectos como urbanistas están llevando a cabo para conseguir paliar esta alteración de las temperaturas en el interior de las ciudades. “Para evitar que la ciudad se convierta en una isla de calor tenemos que diferenciar el tema edificatorio y el tema urbanístico”, explica Miguel Díaz, arquitecto experto en Sostenibilidad y socio de la empresa arquitectónica Ruiz-Larrea, a 20minutos.
Estrategias para construir una casa sostenible
En lo refiere al tema edificatorio, hay dos maneras con las que se puede combatir este efecto. Si se empieza a construir el edificio desde cero, se recomienda utilizar materiales que tengan muy poca absorción térmica y que cuenten con una mínima huella de carbono, como sería el caso de paredes blancas, y emplear diferentes estrategias como son el aprovechamiento de la vegetación propia de la zona para generar espacios de sombra y recursos hídricos, el tratamiento del suelo para una regulación de la temperatura y el empleo de conductos de ventilación para la distribución, el movimiento y la regeneración del aire que se recoge.
Uno de los recursos que se puede utilizar para la mejora de la ventilación son los llamados pozos canadienses. “Cumplen con la función de ventilar la edificación a través de aire que proviene de una tubería que está enterrada, por lo que no recoge calor de la calle, sino la temperatura del suelo, lo cual es una ventaja ya que es un nivel constante a lo largo del año”, explica Antonio Ariza, arquitecto especializado en Medio Ambiente y Arquitectura Bioclimática.
A la hora de construir un edificio, los expertos también tienen en cuenta la orientación y latitud del lugar. “Hay que estudiar por dónde sale el sol para determinar qué zonas de la casa interesa que recojan el calor y cuáles no”, detalla Ariza, Las fachadas también tiene un tratamiento específico de “protección de los huecos”, que permite, según su diseño, que el calor no se guarde en verano, pero sí en invierno.
Todas estas estrategias varían en función de la ciudad donde se realice la obra, puesto que las condiciones climáticas son diferentes. “Málaga tiene un clima de costa con humedad. En cambio, Madrid es una ciudad de interior, con un clima más seco, por lo que en cada punto de España las estrategias se utilizan de una manera o de otra”, señala el colegiado.
Rehabilitación de los edificios
Si el edificio cuenta ya con años de construcción, también existen soluciones para minimizar el efecto ‘horno’. Díaz comenta que se dan tres grandes líneas para la rehabilitación de las edificaciones: “las medidas pasivas, como el aislamiento térmico a través de cubiertas vegetales o la mejora de la carpintería con la instalación de ventanas para mejorar el rendimiento energético, la instalación de equipos de climatización, refrigeración y calefacción y la implementación de todas las energías renovables posibles como puede ser los sistemas de geotermia, aerotermia, solares y fotovoltaicos”.
Dentro de los equipos de aislamiento térmico que se pueden instalar en un edificio ya construido destaca el SAPE (Sistema de Aislamiento Térmico por el Exterior), un sistema barato para aislar por fuera el edificio que consiste en “poner capas de material aislante pegadas a la fachada y rematarlas con pintura”, explica Teresa Cuerdo, arquitecta y profesora del Instituto de Ciencias de la Construcción Eduardo Torroja. “Este sistema puede ir intercalado con capas intermedias para protegerlo frente a los cambios meteorológicos y que no se agriete”, añade.
El informe ‘Iniciativas y modelos de negocio para la rehabilitación de edificios. Una comparativa global’, publicado por Fundación Naturgy, muestra que, en España, de 20 millones de viviendas, 9,4 necesitan una reforma urgente.
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Otros métodos para restar la presencia del calor en las infraestructuras son la instalación de elementos de sombra, como las celosías, o de elementos que regulen el paso de los rayos de sol al interior, como las persianas, colocar macetas en los patios o terrazas y poner hiedra o muros vegetales en las fachadas.
No obstante, los expertos aseguran que estas propuestas y estrategias sostenibles para la creación y rehabilitación de las edificaciones se están llevando a cabo y en mayor o menor medida con planes puestos en marcha que cuentan con ayuda y financiación europea. Entre ellos destacan: el Pacto Verde Europeo, y más específicamente la Ola de Rehabilitación, y el Plan Rehabilita Madrid, que se está canalizando a nivel nacional y local.
Ausencia de sombras
A nivel urbanístico, los edificios altos y el asfalto son los principales elementos que potencian que las ciudades se conviertan en islas de calor ya que guardan mucho calor debido a los materiales utilizados en su construcción. Por ello, los expertos apuntan en que hay que observar las propiedades ópticas y térmicas de las infraestructuras y sustituir los materiales opacos e impermeables por unos que sean permeables para que el agua penetre en ellos y haya una sensación de frescura.
Además, uno de los mayores problemas que se está percibiendo en las urbes en cuanto a que se produzca este efecto ‘horno’ es la falta de una abundante presencia de arboleda para que sus copas generen sombras y fomenten corrientes de aire. “En Madrid, los únicos sitios en los que abunda su presencia son el Paseo del Prado y el Retiro”, alega Miguel Díaz. Otra opción para generar sombra en las calles es la de “colocar de toldos que pueden ser permanentes todo el año”, añade Teresa Cuerdo.
La presencia del agua también es importante para la rehabilitación urbanística. Los expertos coinciden en que las fuentes son un elemento esencial para ello, pues ayudan a mantener el frescor y rebajar la temperatura en las ciudades.
Refugios climáticos como alternativa para el calor
Cuando los termómetros en las ciudades marcan temperaturas extremas como pueden ser 40 °C o incluso 45 °C, las autoridades cierran los parques para evitar que su exposición provoque golpes de calor o problemas de salud en los ciudadanos. Esta decisión es un “grave error” para Teresa Cuerdo, ya que considera que en estos espacios públicos es donde más frescor se genera gracias a los árboles: “El parque es un refugio del calor; hay sombra, vegetación e incluso hay algunos que tienen zonas con agua”.
Una alternativa que varias comunidades autónomas han puesto en marcha durante los últimos años para que el ciudadano se aísle dentro de la isla de calor son los refugios climáticos, que consisten en “la apertura de bibliotecas, centros culturales o espacios públicos donde la gente puede resguardarse de las altas temperaturas”, apunta Carmen Sánchez-Guevara, investigadora en el Grupo Arquitectura Bioclimática en un Entorno Sostenible de la Universidad Politécnica de Madrid.
Esto ha repercutido notablemente entre la ciudadanía, puesto que antes de que se habilitasen estas zonas sin acceso restringido, el único sitio público de interior donde se podía combatir al calor eran los centros comerciales, lugar que “incita a consumir” alega Cuerdo, “algo que no todo el mundo puede permitirse”. “Estamos hablando de una desigualdad intrínseca y de una vulnerabilidad a la ciudadanía, pues que estás obligando a que la gente entre a un sitio cerrado con aire acondicionado y consuma”.
Otra opción para combatir el calor son las piscinas municipales. “Es fundamental que los horarios de las piscinas sean adecuados para que la gente pueda acudir, y que en temporadas de ola de calor, su acceso sea gratuito o se reduzcan los costes”, añade Sánchez Guevara.
El efecto rebote del aire acondicionado
Ya sea en los refugios climáticos, en centros comerciales o en las propias viviendas, el aire acondicionado es un imprescindible en los días de verano. Estos aparatos expulsan corrientes frías que consiguen aliviar con creces la sensación de calor constante, pero su uso produce más efectos negativos que positivos tanto a niveles medioambientales como sanitarios.
“El aire acondicionado desprende mucho calor al ambiente. Aunque en el interior de una habitación se esté fresco, el espacio urbano se calienta y lo que se consigue es un efecto rebote, puesto que a otras viviendas les va a costar más refrigerarse, va a producir mayores emisiones de CO2 y va a generar un mayor consumo de energía que es negativo para el cambio climático”, explica Sánchez Guevera.
Además, el uso constante del aire acondicionado, y sobre todo por las noches a la hora de dormir, causa diversos inconvenientes en la salud, tales como: catarros, resfriados, faringitis, rinitis, crisis asmáticas sequedad e irritación de ojos, tos y dolores de cabeza, según un informe de Sanitas.
Fomento de una movilidad sostenible
Al igual que el aire acondicionado, el excesivo uso de vehículos privados por las grandes ciudades fomenta esta masa de aire caliente que caracteriza a las islas de calor. Es por ello que los expertos consideran que la movilidad sostenible o compartida es otro de los puntos fuertes para reducir el efecto ‘horno’ en las urbes.
“El gran problema de la movilidad es que seguimos generando una boina de emisiones de CO2 en la atmósfera que no se va. Aunque haya que mejorar la infraestructura de transporte público, el moverse en bicicleta, coche o moto eléctrica ayuda a disminuir el efecto de isla de calor, pero, sobre todo, a que no sigan aumentando los niveles de contaminación”, comenta Miguel Díaz.
Por su parte, Carmen Sánchez-Guevara considera que al igual que se restringe el tráfico para contrarrestar los niveles de contaminación, “podría ser similar de cara a una ola de calor, y los días anteriores empezar ya con estrategia de reducción de tráfico en la ciudad” para minimizar esas emisiones que potencian los niveles calor.
Ingresos hospitalarios y muertes por la isla térmica
El efecto ‘isla de calor’ de las ciudades también influye en la salud de los ciudadanos. Y es que durante el verano crecen los ingresos hospitalarios y las muertes provocadas por las altas temperaturas. Un estudio realizado varios expertos, entre los que se encuentra Julio Díaz Jiménez, codirector de la Unidad de Referencia en Cambio Climático, Salud y Medio Ambiente Urbano del Instituto de Salud Carlos III, ha comprobado la influencia de la isla térmica en cuanto a problemas de salud.
“Hemos cogido los datos de temperaturas de los últimos cinco veranos registrados tanto dentro como en la periferia de las ciudades de Madrid, Barcelona, Murcia, Málaga y Valencia porque la isla térmica varía mucho dependiendo si ciudad es de interior o costera. Si bien en Madrid el efecto de isla térmica es de 1,3 ºC y en Murcia de 1,2 ºC (con picos de hasta 7 ºC y 7,4 ºC, respectivamente), en Barcelona la media es de 3,2 ºC, en Valencia de 4,1 ºC y en Málaga de 2 ºC”, explica el doctor.
En cuanto a efectos sanitarios estos datos equivalen a en Madrid y Murcia se producen ingresos hospitalarios y muertes con la temperatura máxima diaria y en Barcelona, Valencia y Málaga con la temperatura mínima alta, por lo que el efecto de la isla térmica causa un nivel mayor de problemas de salud en las ciudades costeras, pero se deben “tomar medidas en todas para reducir el impacto”, insiste Díaz Jiménez.
A cerca de los ingresos y muertes, solo un 3% acude al hospital por un golpe de calor y el 97% restante lo hace por el agravamiento de otras enfermedades provocado por las consecuencias de las altas temperaturas. “Acuden sobre todo personas que tienen problemas neurológicos y su hipotálamo no funciona bien por deshidratación, así como pacientes con problemas renales, cardiovasculares o respiratorios”, alega el experto.
Fuente: 20minutos. Claudia Campos