El hecho de escribir un breve prefacio para este importante libro no sólo es un honor, sino que además me brinda una herramienta práctica para describir la forma en que unas pocas personas pueden mejorar la salud de todos los habitantes del planeta. Los años 50 me encontraron cursando mis estudios secundarios en la ciudad de Nueva York. Allí me tocó vivir con las secuelas de ese ejemplo de odio que fue el nazismo, y la devastación que causó en toda la humanidad. Era una época de reactivación económica, conformismo, miedo y racismo abierto que, en general, no encontraba mucha resistencia en el ámbito político de los Estados Unidos. El país, que en la Segunda Guerra Mundial había liderado la cruzada conjunta para acabar con el horror desatado por las potencias del Eje y su intento de dominación mundial, no había sufrido penurias sustanciales durante el conflicto, más allá del número catastrófico y sin precedentes de bajas militares. De hecho, la economía, la ciencia y la influencia de los Estados Unidos le permitieron emerger del conflicto prácticamente sin rivales que disputaran su título de superpotencia mundial.
En la época en que comencé a participar activamente en política, los movimientos de liberación nacional a nivel global terminaron por derribar muchas de las relaciones imperiales —visibles e invisibles— que continuaban desde los años de preguerra. También estimularon a los movimientos nacionales a exigir el fin de las inequidades en la vida cotidiana de las personas, a nivel individual, nacional e internacional. La idea de un mundo sin opresión ni explotación chocaba directamente con el comportamiento de los Estados Unidos y de los grupos económicos imperialistas que predominaban entre las potencias aliadas. Esta visión sentó las bases de una Julio 2023 1lucha prolongada para los movimientos de liberación nacional, así como de un conflicto debilitante entre los países socialistas y capitalistas. Los países capitalistas aumentaron la represión contra los/as trabajadores/as, y en los Estados Unidos se buscó especialmente reforzar el racismo estructural que garantizaba el dominio continuado de los círculos gobernantes. Dentro de las naciones socialistas, esta política estimuló a los líderes de sesgo más totalitario, quienes aumentaron su poder y control bajo el pretexto de evitar la destrucción que suponía la sublevación de los países capitalistas.
Pocos movimientos o países fueron capaces de resistirse a esta dinámica global durante períodos prolongados. Sin embargo, país tras país, en todo el mundo se registraron breves momentos de esplendor que entusiasmaron a los movimientos por la democracia social, económica y política, así como a aquellos dedicados a terminar con el azote mundial del racismo. Nada puede acallar los anhelos humanos encarnados en estos movimientos; por eso, a pesar de los traspiés y de la creciente inestabilidad que amenaza la existencia de la población del planeta, siguen enfrentando a las fuerzas reaccionarias dondequiera que se encuentren.
Es en este contexto que he tratado de encontrar la respuesta a una cuestión fundamental: ¿qué diferencia pueden hacer las acciones de un individuo ante problemas de carácter tan global, y cómo pueden aplicarse los mismos ideales de democracia y empoderamiento a escala local, nacional e internacional? Este tema se ha vuelto especialmente complejo en el último medio siglo, ya que la destrucción del planeta se ha agudizado. Este libro nos ofrece ejemplos de ideas y experiencias prácticas que nos permiten comprender los procesos en juego y difundir el éxito del movimiento por la igualdad, la democracia y la sostenibilidad ambiental en nuestras comunidades, nuestros países y nuestro planeta. A modo de ejemplo, a continuación presento los avances logrados en el movimiento para reducir los efectos del mercurio en el cerebro de bebés y niños y niñas. Se trata de una historia tan inspiradora como práctica, ya que incluye experiencias que pueden aplicarse también en otros campos.
