gobierno_aragon-logo

El renacimiento del Huerva

Desde la fundación de la Cesaraugusta romana, el río Huerva ha acompañado a la ciudad de Zaragoza desempeñando diversas funciones. El cauce profundamente encajado servía como foso de defensa desde las huertas de Santa Engracia hasta la desembocadura en el Ebro, discurriendo paralelo a los actuales paseos de la Constitución y de la Mina y a la calle Asalto. A diferencia del indomable Ebro, las aguas del Huerva fueron tempranamente conducidas a través de las acequias de Romareda y Abdulas para abastecer al núcleo urbano y para procurar el riego de las huertas. Pero la ciudad creció, y a principios del s. XX, Zaragoza, siguiendo los principios higienistas de aquellos tiempos, consideró al río como una amenaza de inundaciones, un vector de contagios y una barrera física que limitaba su desarrollo urbanístico.

La respuesta, como la de otras muchas ciudades, consistió en soterrarlo y ocupar el espacio para generar amplias vías de tráfico y edificaciones. Los tramos que permanecieron descubiertos no corrieron mejor suerte, consolidaron sus márgenes con muros de hormigón, quedando el cauce y las riberas constreñidas y prácticamente inaccesibles.

En las últimas décadas, tanto por medidas de higiene como por la preocupación estética, se han realizado algunas obras de adecentamiento en las riberas, pero la realidad es que el Huerva en Zaragoza es un gran desconocido, además de repudiado por la mayoría de la población como una cloaca. La mejora más significativa ha sido la instalación de depuradoras en la cuenca superior y la construcción de un gran colector de aguas residuales que se ha traducido en una mejora sustancial de la calidad de las aguas. No obstante, todavía se observan algunos vertidos directos y aliviaderos de la red que requieren las atenciones oportunas por parte de las administraciones públicas competentes (CHE, Gobierno de Aragón y Ayuntamiento de Zaragoza).

El Plan de Acompañamiento de la Expo 2008, que tantos proyectos realizó en las riberas del Ebro, del Gállego y del Canal Imperial de Aragón, pasó de puntillas sobre el Huerva y solo desarrolló algún tramo entre la Fuente de la Junquera y el Parque José Antonio Labordeta.

En 2010, el Plan Director del Huerva planteó «recuperar e integrar el Huerva dentro de la red de espacios verdes de Zaragoza como un río de calidad medioambiental, urbanística y paisajística, creando nuevos espacios verdes junto su cauce, con zonas de descanso, juego y contemplación, resolviendo los problemas históricos de peligrosidad, dejadez, falta de higiene, accesibilidad y comunicación, y mejorando la continuidad longitudinal de sus recorridos, tanto urbanos como en el cauce, conectándolos con la red de movilidad peatonal y ciclista de la ciudad».

Han transcurrido casi 15 años sin apenas aplicación, pero sin duda el Plan Director constituye un instrumento fundamental que ha establecido los criterios y ha marcado las directrices de las futuras actuaciones que finalmente se van a llevar a cabo próximamente, según informa el Ayuntamiento de Zaragoza.

Ahora, toca a la ciudadanía examinar el proyecto y participar de forma corresponsable con propuestas y mejoras basadas en criterios rigurosos y compartidos. No se trata solo de una operación de arquitectura paisajística que equivaldría a un cambio de la vajilla en una buena comida. El proyecto es más complejo y los protagonistas deben ser los ciudadanos que disfrutan de sus prestaciones.

Como punto de partida debe contemplarse el respeto al cauce por el que han de fluir los grandes caudales de las avenidas. Es imperativo dejar pasar el agua de las crecidas y proteger las vidas y los bienes de los ribereños expuestos al peligro. En algunas partes será necesario recalibrar el cauce, consolidar las márgenes y demoler elementos obsoletos para garantizar un sistema continuo de defensas hidráulicas contra las inundaciones. Frente a postulados de extremo naturalismo, es razonable admitir la consiguiente pérdida de naturalidad en algunos tramos donde el río se hace ciudad.

Por otra parte, los corredores fluviales son muy productivos desde el punto de vista natural. Bastará con una adecuada restauración del modelado hidrogeomorfológico y de los suelos para que surjan espontáneamente formaciones vegetales riparias de elevada naturalidad, evitando en buena parte las plantaciones. La creación de recorridos con pavimentos adecuados evitará el pisoteo indiscriminado y procurará el disfrute de todo con el mínimo impacto.

El futuro de la relación del Huerva y Zaragoza reposa en buena medida en el acceso a la lámina de agua al gran público a través de gradas, escaleras, rampas, senderos y cualquier forma que permita el acercamiento al agua. Siendo este uno de los objetivos prioritarios, también será una de las principales fuentes de conflictos. La falta de respeto hacia el dominio público hidráulico por parte de los intereses privados instalados en las riberas puede suponer un esfuerzo adicional para conseguir la continuidad de los recorridos y el carácter unitario de la operación pública.

Además del aprovechamiento de amplias superficies como parques, se aspira a lograr el retorno de actividades culturales, deportivas y recreativas vinculadas a los progresos ligados a la depuración de las aguas y la regeneración del cauce y las riberas. Acciones éstas que restituyen funciones ecológicas a los ríos a la vez que propician el encuentro de las comunidades humanas en espacios verdes y azules, abiertos, libres y gratuitos.

La rentabilidad económica y social de las infraestructuras ribereñas estará en función de la polivalencia y de la aptitud para satisfacer el abanico más amplio de gustos y necesidades del mayor número posible de usuarios del lugar. Un expresivo índice de la calidad y éxito del proyecto del Huerva vendrá reflejado por el grado de apropiación y disfrute por la población de los nuevos espacios regenerados. Este es el reto.

Fuente: El Periódico de Aragón. Francisco Pellicer. Geógrafo

Comparte en tus redes sociales