Los castores se expanden por los ríos de los Pirineos y media provincia

Troncos roídos, pequeñas presas en el cauce, tocones sin corteza, toboganes de acceso al río… Muchos indicios delatan su presencia. Los castores han llegado a los ríos de los Pirineos. En los afluentes del Aragón -Veral, Aragón Subordán y Gas-, se ha detectado la presencia de este roedor que puede llegar a pesar hasta 30 kilos.

También en otras zonas de la provincia como el Cinca, a su paso por el Somontano y Mequinenza, en varios tramos del Gállego y en el Alcanadre. Así lo confirma el departamento de Medio Ambiente del Gobierno de Aragón.

Como si de un lápiz al que hubieran sacado punta se tratara, varios troncos en la zona cercana al cauce revelan su presencia en el Aragón Subordán. Es uno de esos río pirenaicos al que ha llegado el castor. ¿Cómo si era una especie extinguida? Desde el Gobierno aragonés explican que fueron introducidos intencionadamente en 2003 -se soltaron sin permiso al menos 18 ejemplares- en la confluencia entre Rioja, Navarra y Aragón.

Se han dejado ver en las orillas del Ebro a su paso por Zaragoza o en el Arga en Pamplona, pero también han buscado otras zonas más aisladas y tranquilas.

La primera citas en el río Aragón dentro de la provincia altoaragonesa están datadas en 2017. Se expandieron antes por Navarra. “La presencia de la presa de Yesa ralentizó” este ascenso por el cauce camino del Pirineo, aseguraron desde el departamento de Medio Ambiente.

Desde ahí se ido expandiendo por el eje del Ebro y también hacia el norte, a ríos como el Aragón y sus afluentes. “También se ha detectado en otros puntos relativamente distantes”, afirmaron desde la consejería. Hace referencia a varias localizaciones en el río Gállego, en el Cinca a su paso entre Estadilla y Barbastro así como en Mequinenza y en el Alcanadre, a la altura de Villanueva de Sijena.

No hay cifras de a cuánto asciende la población. En Navarra hablan ya de más de 500 ejemplares. La expansión está llegando a muchos otros de la península: en el 2023 se detectó en el Guadalquivir y años antes en el río Tormes, afluente del Duero y en este último también a su paso por la provincia de Soria. Pero ¿cómo? Algunos expertos hablan de ‘Beaver bombing’, bombardeos deliberados igual que el que ocurrió hace más de dos décadas en el Ebro.

“Ingeniero de ecosistemas”
Desde el punto de vista ambiental, recalcaron desde el Gobierno aragonés, la presencia del castor trae consigo modificaciones en los hábitats fluviales por sus hábitos de deriva, construir con los árboles diques que ralentizan la velocidad de las aguas o que forman pequeñas represas.

El castor es lo que se llama una especie de “ingeniero de ecosistemas”, en el sentido de que transforma los medios donde llega. Una transformación con dos vertientes. Por un lado, puede traer beneficios puntualmente en los ríos (diversifica ambientes y genera nuevos emplazamientos para otras especies: peces, anfibios, mamíferos como el visón europeo); pero por otro, también provoca daños en usos humanos, como por ejemplo en las choperas de producción y en las plantaciones de frutales cercanas a los cauces de los ríos.

El Gobierno de Aragón edita un folleto en el que aporta diferentes medidas para luchar, sobre todo los agricultores, contra los posibles daños en sus campos de cultivo. Utilizar pastores eléctricos o impedimentos en los pasos a las fincas son algunos de ellos.

Y para los árboles, mallas metálicas, de tipo geotextiles o pintura con arena en los troncos para evitar que sean talados por estos roedores que pueden llegar a medir un metro (contando con la cola) y pesar hasta 30 kilos, aunque lo habitual es que se sitúen entre los 15 y 25 kilos

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