NACIÓ junto al río Ésera para suministrar electricidad a la pujante industria textil de Barcelona de principios del siglo XX y ahora, ya centenaria, sigue en funcionamiento perfectamente y pareciera que todos los avances tecnológicos de la última centuria no la hubieran perturbado. Traspasar la puerta de entrada de la central hidroeléctrica de Seira es retroceder en el tiempo para iniciar un viaje al diseño industrial y arquitectónico del año 1918.
A primera vista, parece más un museo que una instalación fabril, y conocer su historia es confirmar la importancia que la producción hidroeléctrica tuvo en el desarrollo industrial y sigue teniendo para garantizar el suministro eléctrico.
Sergio Capuj, responsable de la unidad territorial hidroeléctrica de Endesa en Aragón, explica que hubo “dos intrépidos” que, a principios de siglo, cuando los molinos harineros empezaban a dar luz a los pueblos, empezaron a pensar en la posibilidad de conseguir concesiones hidráulicas para producir energía. Una concesión se otorgó en la cuenca del Ésera para que la central de Seira suministra electricidad a la industria textil catalana, y otra se consiguió en la cuenca del Cinca para abastecer a la industria naval de Vizcaya.
“Hubo dos personas que compraron las concesiones”, se creó una empresa catalana de gas y electricidad que elaboró el proyecto y se levantó la central de Seira. En ese momento, la ganadería y la agricultura eran la base de la economía ribagorzana, y la orografía del valle de Benasque dificultaba el acceso al mismo. Por ello, se levantó de la nada (como ocurrió en otros lugares donde se ejecutaron grandes obras hídricas) un nuevo poblado para acoger a los obreros que trabajaron en la construcción de la central, que en los momentos de máxima actividad llegaron a ser 2.300.
La central comenzó a ejecutarse en 1912 con la previsión de estar concluida en tres años, pero finalmente se necesitaron seis por el estallido, en 1914, de la I Guerra Mundial. El conflicto bélico dificultó la llegada de material, que provenía de Suiza y tenía que atravesar Alemania y Francia. “El acero en aquel momento era muy caro y se compraba al mejor postor”, comenta Sergio Capuj, que añade que en esos años también arrancó el desarrollo hidroeléctrico en el Pirineo de Lérida “y competían a ver quién era el primero en tener el material”.
Explica que las dos largas tuberías acopladas a la ladera montañosa por las que baja el agua a la central llegaron desde Suiza, al igual que el manómetro que sigue funcionando junto a los rodetes y turbinas que alberga la gran bóveda de la central. “El acero tenía que venir cruzando todo Francia y llegaba a la estación de Barbastro, desde donde lo subían en mulas hasta Seira”, relata Sergio, que incide en que la I Guerra Mundial marcó la ejecución de la central.
En 1918, por fin, se terminó su construcción. No obstante, tras las dificultades en el suministro de materiales para las obras, hubo complicaciones técnicas para su puesta en marcha. “Tuvieron que hacer todo el canal que viene desde arriba por el Congosto, excavando la montaña. Tuvieron que montar dos pequeñas centrales para hacer las perforaciones del canal y hacer la central en sí”, apunta.
Las dos tuberías que se atraviesan la montaña de arriba a abajo no se colocaron al mismo tiempo. La central comenzó a funcionar con una, y la otra tardó en llegar 10 años. Fue el 6 de agosto de 1918 cuanto la central comenzó a funcionar, y desde entonces no ha dejado de hacerlo. En 1996, la instalación se modernizó preservando todo su “encanto” de modo que parece “un museo de la electricidad en funcionamiento”.
La central de Seira se suministra del agua que se almacena en un azud de Vilanova (a 9 kilómetros), desde donde discurre unos 600 metros por un canal y se mete dentro de la montaña unos 8 kilómetros hasta llegar a un embalse decantador o cámara de carga, donde se almacena y estabiliza el agua, que baja por las dos largas tuberías que dan agua a tres grupos, que suman 36 mw de potencia, usando un caudal de 20 metros cúbicos con una producción anual de 80 gw, el equivalente al suministro para unas 20.000 viviendas.
Sergio Caput no duda en considerar que la central de Seira es “la catedral de la hidroeléctrica” y la compara a un “palacio vienés”. No en vano, es uno de los 100 elementos que conforman el Patrimonio Industrial en España, que nació como iniciativa del Comité Internacional para la Conservación del Patrimonio Industrial en el marco del Plan Nacional de Patrimonio Industrial. l