Vivimos en un contexto de múltiples crisis solapadas: crisis de índole política, económica, climática y ambiental, social y sanitaria. Estas crisis, que ponen en riesgo el bienestar y supervivencia de la humanidad y otras especies, han sido impulsadas, en gran medida, por el desarrollo del sistema alimentario globalizado, que se ha ido conformando a partir de estrategias encaminadas a la industrialización, intensificación e internacionalización de la producción y consumo de alimentos, dirigidas, en el caso de la producción agropecuaria, a aumentar sus rendimientos. Estas prácticas no solo han provocado inestabilidades a nivel social y económico, llevando a la ruina a millones de pequeños productores a nivel mundial y provocando la migración desde las zonas rurales a las zonas urbanas5 ; sino que, también, impactan de forma directa sobre el medioambiente, generando deforestaciones masivas, pérdida de biodiversidad, agotamiento del suelo, contaminación y escasez de agua y otros recursos no renovables, contaminación del aire, y contribuyendo al cambio climático mediante las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), entre otras. Tanto es así, que diversos estudios señalan que cinco de los nueve límites planetarios están íntimamente relacionados con el sistema agroalimentario, siendo el principal causante del deterioro ambiental global. Estos límites planetarios descritos por Rockstrom et al. (2009), hacen referencia a un espacio operativo seguro para la humanidad, y operar fuera de este espacio aumenta el riesgo de destruir la estabilidad del sistema terrestre y la salud de la población. Además, se observa que un aumento de las emisiones de GEI pueden generar un efecto de disminución del contenido de macro y micronutrientes en productos básicos como cereales, frutas y verduras. Todo ello amenazará la seguridad alimentaria de la población, al aumentar los precios de los alimentos, disminuir la diversidad dietética y empeorar los contenidos nutricionales. Esto implica además un incremento de la pobreza mundial, ya que muchos hogares tendrán aún más dificultades para acceder a dietas saludables.
La industrialización y globalización del sistema agroalimentario favorecen la externalización de parte de la huella de carbono de los países miembro de la Unión Europea a terceros países de los cuales importa los insumos utilizados, siendo la producción de cultivos para la elaboración de piensos la principal causa de deforestación en estos países. Estas emisiones que no acaban siendo contabilizadas en los inventarios europeos, sino en las de países terceros, pese a que la producción se realiza para satisfacer una demanda originada en Europa.
Así mismo, el sistema agroalimentario industrializado contribuye a generar la situación actual de hambre e inseguridad alimentaria a nivel mundial, pese a producir más alimentos de los necesarios para la población actual. Por otro lado, la industrialización del consumo asociada al sistema alimentario globalizado ha favorecido la emergencia de la pandemia de la obesidad a nivel global. Efectivamente, los patrones de consumo de la población se han visto modificados por la industrialización y globalización del sistema alimentario, favoreciendo un mayor consumo de alimentos procesados y ultraprocesados, ricos en azúcares, grasas saturadas y proteínas de origen animal, lo cual no solo aumenta el gasto energético y las emisiones de gases de efecto invernadero, sino que supone un gran riesgo para la salud humana. De este modo, las dietas poco saludables aumentan las probabilidades de padecer sobrepeso, obesidad y son un determinante importante en la aparición de enfermedades crónicas no transmisibles (ENT) como diabetes tipo 2, enfermedades cardiovasculares y algunos tipos de cáncer, las cuales suponen, de forma colectiva, casi el 70% de todas las muertes mundiales.
En resumen, estos impactos negativos ponen de manifiesto la necesidad de desarrollar e implantar sistemas alimentarios que tengan en cuenta la salud de la población y del planeta, con una menor dependencia de los recursos no renovables, que priorice los ciclos cerrados y el reciclado de nutrientes, que preserve la biodiversidad, que provea de un medio de vida digno a millones de personas en el mundo, y que mida su éxito en base al número de personas alimentadas con dietas saludables y nutritivas, no solo en base a la cantidad de alimentos producidos.
En este trabajo, continuación de los informes “La urgencia de una Transición agroecológica en España” y “El impacto en el empleo de la transición agroecológica en España”, avanzamos en el objetivo de caracterizar los impactos de una transición agroecológica en sus múltiples dimensiones, centrándonos en este caso en la salud, y en particular, en los nutrientes obtenidos en un escenario agroecológico con cambios en la dieta