En los últimos años, ocho de cada diez españoles han percibido un aumento significativo de las temperaturas extremas durante el verano, una percepción más acusada entre mujeres, jóvenes y quienes residen en provincias cálidas. Casi nueve de cada diez ciudadanos vinculan las olas de calor con el cambio climático, sobre todo aquellos que han notado con claridad este incremento térmico. Además, casi la mitad considera que la expresión “calor extremo” transmite un mayor nivel de riesgo o peligro que “ola de calor”.
La preocupación por la salud domina esta percepción: más del 90% de los encuestados cree que las temperaturas extremas afectan gravemente al bienestar, especialmente mujeres, personas con menores ingresos y adultos de mediana edad. Entre los efectos más citados destacan los golpes de calor y desmayos (84%), la deshidratación (83%) y problemas como insomnio y fatiga (70%). Los mayores de 65 años tienden a asociar más el calor con el empeoramiento de enfermedades crónicas, mientras que los jóvenes destacan síntomas como náuseas, mareos o irritaciones cutáneas. Los propios mayores se identifican mayoritariamente como grupo de riesgo (81%), fundamentalmente por su edad, el uso de medicación y la presencia de enfermedades crónicas.
Cerca de un 30% de la población se considera altamente vulnerable al calor extremo, una percepción más elevada entre mujeres, mayores, personas con bajos ingresos y residentes en provincias calurosas, donde la cifra supera el 40%. El umbral a partir del cual el calor se percibe como preocupante se sitúa en torno a los 35 grados, con una media de 36,8°C, menor entre los colectivos más frágiles y en zonas cálidas de interior.
El impacto del calor extremo se manifiesta principalmente en la calidad del sueño (81%), la salud física (72%) y el rendimiento diario (70%), aunque menos del 30% considera que influye de forma notable en su economía. Las mujeres declaran un impacto más elevado en todos los aspectos, mientras que los mayores de 65 años reportan una menor afectación subjetiva.
Durante las olas de calor, un tercio de los residentes en zonas calurosas del interior y de quienes pertenecen a grupos de riesgo afirma haber sufrido problemas de salud, siendo los golpes de calor, las náuseas o mareos y el insomnio o fatiga los más frecuentes. Más de la mitad de los casos (53%) requirieron atención médica, y un 13% derivó en hospitalización, sobre todo por calambres musculares, deshidratación y el agravamiento de enfermedades crónicas.