Liberar el estrés rodeados de pinos y sintiéndose una parte más del bosque.
Sin ver a nadie, con el sonido del viento animando a dar vía libre a los pensamientos y las moscas recordándonos que la naturaleza somos todos. Lo bueno y lo malo están en ella. Desde esa planta delgada y enhiesta cuyo único objetivo es mantenerse erguida –posiblemente hasta que la pisen, aunque eso no le preocupa porque no está en su mano evitarlo– hasta las ramas de los árboles, que llaman desde arriba para que centres la atención en ellos y, de paso, veas la inmensidad del cielo. Ese cielo que te hace sentir tan insignificante y, a la vez, solo y respirando pinar por todos los poros de la piel, tan poderoso. Esas son algunas de las miles de sensaciones que se pueden obtener de un baño de bosque, cada una distinta, como cada bañista.
“Venimos a ser nosotros, a sentir lo que nos pida el cuerpo”. Así indica Serafina Buj, propietaria de la empresa T-Guío de Villarroya de los Pinares, al inicio de cada baño forestal que las pretensiones a la hora de disfrutar del monte no son grandes ni se busca nada concreto. Esa es precisamente la esencia de una actividad en la que se acude al bosque no para recoger nada, simplemente “a ser y a estar”. Pero no se está en cualquier parte, ya que la guía dirige al grupo hasta un punto donde los únicos ruidos son los que ofrece la naturaleza y en el que no es necesario pedir a los participantes que apaguen el móvil porque no hay cobertura de ninguna compañía.
Por eso los baños de bosque son totalmente diferentes al resto de momentos en los que se disfruta del pinar, a veces para buscar leña, otras para ir a por setas o, simplemente hacer senderismo. Porque un baño de bosque es mucho más que un paseo, está más vinculado a la espiritualidad que a la actividad deportiva, constituye una reconexión con uno mismo y un tú a tú con la naturaleza.