La predicción científica que hace el sistema Momo, del Instituto de Salud Carlos III, es que a mediados de julio ya se ha superado el número de fallecidos de todo el verano pasado atribuibles a las elevadas temperaturas. Calcula unas 1.367 muertes a causa de estas dos olas que nos han golpeado tan pronto, tan extremas, extensas y duraderas. En la actualización de las tablas de este lunes, el Instituto estima que el sábado, con muchas provincias por encima de los 40 grados, hubo 150 defunciones por culpa del calor, el pico de mortalidad en una segunda ola en la que se estima que han muerto 510 personas en una semana. Uno de sus investigadores, Julio Díaz, destaca en la Cadena SER que no solo son vulnerables los mayores, los menores o los que trabajan al aire libre. También las personas y familias con rentas más bajas. El calor mata más en las zonas pobres. “No es lo mismo soportar una ola de calor en un chalet con aire acondicionado y con piscina que cinco personas en una misma habitación con una ventana como única fuente de aire renovado. Es evidente que las desigualdades sociales tienen un peso, mata más el código postal que el código genético y es así”. Este epidemiólogo tiene hecho un estudio sobre Madrid que demuestra que el impacto en la salud de las olas de calor es mayor en los distritos con menor renta.
Hay una paradoja. Pese a que los veranos son cada vez más calientes, con temperaturas más elevadas, los fallecimientos se han reducido de forma muy drástica en los últimos 20 años. En 2003 por ejemplo hubo 6.600 muertos por olas de calor. En Francia, 15.000 en una semana. Fue entonces cuando las autoridades pusieron en marcha planes de prevención, de concienciación ciudadana. Y han incluido otros factores, por las mejores infraestructuras, por la mejora en la atención socio sanitaria, porque las casas se construyen mejor, climatizadas. “Nos hemos adaptado al calor”, señala Julio Díaz, que alerta no obstante de que con el cambio climático las olas de calor van a ser más frecuentes e intensas. Y si no hay un escenario favorable para reducir el calentamiento global, la adaptación tiene que seguir. “Tendremos que cambiar sobre todo nuestra forma de movernos, de trabajar porque estamos viendo que el único grupo de edad en el que el impacto del calor no ha bajado es en la franja de 18 a 44 años que son las que trabajan al aire libre, las que hacen deporte al aire libre. Ese tipo de adaptación tendrá que producirse a todos los niveles, en las viviendas nuevas, en la rehabilitación de las ya construidas”.
Fuente: Cadena Ser.Mariola Lourido
I19magen: Eloy Alonso