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Depredadores de hasta diez metros de longitud dominaron los paisajes turolenses del Mesozoico

Si hay un dinosaurio que fascina a todo el mundo, ese es el T-rex o cualquier otro terópodo de gran tamaño que se le parezca. Despierta pasiones y aunque en el pasado geológico no hubo tiranosaurios en la provincia, sí pisaron esta tierra otros depredadores gigantes de hasta 10 metros de longitud. La presencia de los dinosaurios carnívoros en Teruel está representada a través de fósiles directos e indirectos, así como de un nuevo género que es único en el mundo y cuyo nombre es Camarillasaurus cirugedae.

Los dinosaurios carnívoros se conocen con el nombre de terópodos y lo que más atrae de ellos son sus cráneos con sus dientes y sus garras. Los esqueletos escasean porque se encontraban en la cima de la cadena trófica, y por tanto su proporción numérica con respecto a sus presas es muy inferior, así que hallar el esqueleto de un terópodo es como que te toque la lotería.

El primer dinosaurio que se describió científicamente en el mundo fue Megalosaurus. El mérito corresponde a William Buckland y en febrero pasado se celebró el segundo centenario de este hito de la ciencia. Los megalosaurios están muy presentes en la provincia de Teruel a través de fósiles indirectos, como son sus pisadas, y sus dientes, que parecen cuchillos con sierras.

Galve fue el primer lugar en la provincia que arrojó al registro paleontológico turolense un fósil de estas características. Puede verse en el Museo Paleontológico dedicado a José María Herrero en la localidad, mientras que en el Museo Aragonés de Paleontología en Dinópolis se pueden contemplar otros dos gigantescos dientes de terópodo hallados por la Fundación Conjunto Paleontológico de Teruel en Riodeva y Formiche Alto.

En la misma vitrina se exhiben dientes de otros dinosaurios carnívoros hallados también en la provincia, que abarcan terópodos de diferentes tamaños. Los más grandes, que en el caso del de Formiche alcanzan 10,5 centímetros, pertenecieron a tetanuros emparentados con los megalosaurios. El diente de El Castellar, de 10 centímetros, encaja a la perfección con una marca dejada en el ilion fosilizado de Turiasaurus. No es difícil imaginar la escena que pudo producirse: una gigantesca bestia de hasta 10 metros de largo parecida a un T-rex hincándole el diente al Gigante Europeo con sus 25 metros de longitud.

Recrear la escena da vértigo, pero eso es lo que pasaba hace 145 millones de años en lo que hoy es Teruel, donde los humanos nos hemos convertido actualmente en el mayor depredador que existe, y mucho más voraces desde luego que aquellos carnívoros, a la vista del ritmo destructivo del planeta que hemos marcado.

El icnogénero Iberosauripus grandis, definido en El Castellar por la Fundación Dinópolis en el yacimiento del mismo nombre, es otro indicio o huella, nunca mejor dicho, de la existencia de estos grandes terópodos de hasta 10 metros de largo. Pisadas parecidas se han encontrado también en Formiche Alto, que es donde se encontró el otro diente incompleto de megalosaurio, de 10,5 centímetros.

El animal que dejó estos rastros está representado en Tierra Magna de Dinópolis a través de la reconstrucción de Torvosaurus, uno de los grandes dinosaurios carnívoros con que cuenta el registro dinosauriológico turolense.

Otros dientes más pequeños, pero de 3 centímetros de alto, que también pueden verse en Dinópolis, apuntan hacia la existencia de alosaurios, como el representado en Tierra Magna junto a Iguanodon. Pudieron alcanzar tamaños de hasta 5 metros de longitud.

Por último están los dientes que se han encontrado de dromeosáuridos, pequeños raptores como los que están atacando al saurópodo Galveosaurus/Galvesaurus caído en el suelo. Tendrían entre 1 y 2 metros, y sus fósiles también se han hallado en la provincia, lo que apunta a toda la diversidad posible de las faunas del Mesozoico.

De un tamaño considerable eran también los espinosáuridos que hubo en el Cretácico turolense, cuyos dientes de más de 4 centímetros se han encontrado en sitios como El Castellar. Un terópodo de estas características es el que muerde en el cuello a un ejemplar de Tastavinsaurus en Tierra Magna.

Este registro se ha relacionado con los dinosaurios del género Baryonyx, que como todos los espinosáuridos se caracterizaban por tener un cráneo alargado parecido al de los cocodrilos. Su presencia se revela también en los yacimientos de icnitas de la provincia, en particular en el de las huellas 4D del yacimiento del Río Alcalá que acaba de acondicionar y hacer visitable la Fundación Dinópolis.

A esta clase de dinosaurios pertenecía Camarillasaurus cirugedae, hallado en Camarillas, municipio al que está dedicado el género, mientras que la especie alude a su descubridor, un vecino de la localidad llamado Pedro Cirugeda.

Los fósiles del esqueleto de este ejemplar, al que se puso nombre propio porque en el registro mundial no existía otro similar, se exhiben en el Museo Paleontológico de Galve, donde se explica la creencia de que eran animales semiacuáticos. Al final de Mar Jurásico en Dinópolis se muestran, no obstante, las dos opiniones científicas que existen sobre el posible comportamiento de estos terópodos.

Todos estos restos directos e indirectos, unidos a los de huevos, convierten a Teruel en un lugar único para conocer el devenir de lo que fueron los dinosaurios carnívoros. Un tesoro más del patrimonio paleontológico turolense.

Fuente: Diario de Teruel

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