gobierno_aragon-logo

El Ártico perderá todo su hielo por primera vez en las próximas dos décadas

El hielo que cubre el Ártico llega a su mínimo cada mes de septiembre, gracias al tibio calor del verano boreal. Desde finales de siglo, este mínimo es cada vez más acusado. Según datos de la NASA, basados en varios de sus satélites, la extensión del casquete polar ha venido menguando a un ritmo del 12,6% cada década desde 1980. Pero la propia variabilidad climática complica saber cuándo todo el océano Ártico será agua. Ahora, un estudio apoyado en observaciones de satélites de la NASA y la ESA y un sofisticado modelo climático pronostica que, entre 2030 y 2050, llegará el primer septiembre sin hielo. Y si no se reducen las emisiones de efecto invernadero (GEI), en 2100 la región ártica quedará libre de hielo casi medio año.

El paso

Hasta comienzos de siglo, intentar navegar por el paso del Noroeste (el que conecta el océano Atlántico con el Pacífico por el norte de Canadá) era una aventura restringida al verano y a bordo de un buque rompehielos. La situación era algo mejor en el paso del Noreste (por el extremo norte de Rusia), donde los barcos podían costear un par de meses al año. Hoy, ambas rutas son relativamente seguras en verano, tanto que empieza a haber cruceros turísticos en antiguos rompehielos. Pero el océano Ártico se resiste a la circunnavegación: aún hoy, el mar de Wandel, la porción que conecta con el norte de Groenlandia, permanece congelada todo el año. Sin embargo, según un nuevo estudio publicado este martes en la revista científica Nature Communications, los barcos podrían llegar incluso a esta zona y el mismo centro del polo norte en unos pocos años.

“Vemos que el océano Ártico estará libre de hielo en verano entre 2030 y 2050 en todos los escenarios de emisión que consideramos”, cuenta en un correo el investigador del Laboratorio de Investigación del Cambio Climático de la Universidad de Pohang (Corea del Sur), Seung-Ki Min, coautor del estudio. Hay que tener en cuenta que los escenarios futuros de emisiones se corresponden con el objetivo de no superar los 2º de calentamiento extra que se aprobó en el Acuerdo de París de 2015. Este es el escenario más optimista, así que parece que el deshielo es inevitable. Pero también significa que, como dice Min, “podemos evitar un Ártico sin hielo en verano si logramos reducir las emisiones de GEI de manera más agresiva, como en la ruta alternativa de calentamiento de 1,5º”. El problema es que, según varios trabajos, este límite de aumento de la temperatura media mundial ya ha sido superado regional y globalmente podría verse rebasado en menos de cinco años.

El trabajo liderado por Min se apoya en la evolución del hielo ártico, seguida por varios satélites, con datos que se remontan a 1979 y llegan hasta 2019. Una de las aportaciones de estos 40 años de antecedentes es que, al menos desde finales de la década de los noventa, el casquete polar pierde hielo todos los meses, no solo en verano. Desde el fin de la última glaciación, el ciclo anual del Ártico seguía el mismo patrón: la extensión de la banquisa ártica alcanzaba su extensión máxima entre marzo y abril, para ir menguando los meses siguientes, hasta su mínimo entre septiembre y octubre, cuando volvía a iniciar ciclo. Pero todos los datos señalan que la porción helada del océano es cada vez menor cada nuevo marzo, por lo que también hay deshielo incluso en los años más fríos, aunque sea en los márgenes.

“Anteriores trabajos habían observado el deshielo a lo largo de todo el año, pero nuestro estudio confirma que la disminución del hielo marino del Ártico en todos los meses se debe principalmente al aumento de los gases de efecto invernadero inducidos por los humanos”, destaca Min. Es la otra gran aportación de este trabajo, la confirmación de la responsabilidad humana. El Sol, sus rayos y calor, son los que derriten la banquisa ártica. Pero hay agentes que pueden mitigar o agravar la acción de la radiación solar. El agente atmosférico natural que más afecta son las emisiones volcánicas. Las partículas hacen de parasol, enfriando. Otras partículas, estas provocadas por la industria, coches y calefacciones humanas, también tienen su papel. Lo que han visto es que, ni las partículas naturales ni las artificiales están siendo decisivas: su capacidad de enfriamiento no puede contrarrestar el calentamiento provocado por el dióxido de carbono (CO₂) y el resto de GEI.

Comparte en tus redes sociales