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El infierno de fuego en Canadá: los incendios de 2023 han emitido mucho más CO₂ que el que genera España en un año

La temporada de fuegos en la naturaleza en Canadá de este 2023 ha sido la peor registrada en este país norteamericano. De acuerdo con el Centro Interinstitucional Canadiense contra Incendios Forestales, las llamas de 6.669 incendios destruyeron 18,5 millones de hectáreas, una extensión mayor que Florida. Sin embargo, este organismo dejó de presentar su informe diario el 27 de septiembre, así que el área arrasada es mayor, ya que las llamas aún hicieron mella durante semanas más en ciertas zonas. El Servicio Copernicus de la UE ha calculado que han emitido al menos 410 millones de toneladas de CO₂, mucho más que todas las emisiones registradas en 2022 en España (244,3).

Las alarmas comenzaron a sonar a finales de abril y principios de mayo, cuando la provincia de Alberta registró un número anormal de incendios forestales en un corto periodo de tiempo. Columbia Británica, la provincia vecina sobre la costa del Pacífico, fue la siguiente en provocar inquietud. Los Territorios del Noroeste, Quebec y Nueva Escocia fueron también escenario de estos fuegos. Más de 200.000 personas tuvieron que ser evacuadas en algún momento a causa de las llamas y el humo.

Philippe Gachon, profesor de climatología en la Universidad de Quebec en Montreal, es uno de los expertos internacionales que publicaron recientemente un estudio sobre los incendios de este año en la provincia de Quebec. Su principal conclusión fue que el cambio climático duplicó el riesgo de condiciones meteorológicas favorables para estos fuegos. “Entre mayo y octubre rompimos en Quebec la marca de los meses más calurosos para esa temporada. El antiguo registro era de 1950. Al mismo tiempo, batimos también la marca de menos precipitaciones acumuladas para esos seis meses”, comenta Gachon. “La nieve se derritió muy rápido. Eso propició incendios inhabitualmente precoces”, añade.

No solo el número de incendios suscitaba preocupación; también la extensión de algunos de ellos. Las llamas en una zona en los límites de Columbia Británica y los Territorios del Noroeste arrasaron más de 802.000 hectáreas. En el norte de Quebec, cerca de la bahía James, otro incendio llegó a abarcar más de 1,2 millones de hectáreas. “Pensemos en la combinación de sequía y calor. El material que estuvo bajo la nieve en invierno se vuelve muy inflamable. Fuimos testigos de un avance de las llamas sumamente rápido y poderoso”, explica Gachon.

Pese al apoyo de las Fuerzas Armadas, la respuesta gubernamental se vio superada por la intensidad de los incendios, por lo que miles de bomberos procedentes de varios países (Estados Unidos, Francia, España, México, Brasil, entre otros) arribaron para sumarse a las tareas. Las pérdidas han sido millonarias para ciertos sectores de la economía canadiense. Tal es el caso de la industria forestal, la agricultura, la minería y el turismo. A finales de junio, un informe de Oxford Economics señalaba que los incendios podrían reducir el crecimiento económico canadiense en 2023 entre 0,3 y 0,6 puntos porcentuales. No obstante, los daños se han percibido también en puntos fuera del país. Un ejemplo es el impacto en las cosechas de maíz de Ohio e Indiana. El humo y las partículas de los incendios canadienses provocaron paisajes apocalípticos en Nueva York y Washington; incluso llegaron a la península Ibérica.

De acuerdo a un informe del Instituto de Ecología Aplicada de la Academia china de Ciencias publicado el 28 de julio, los incendios en Canadá habían emitido 302 megatoneladas de carbono. El 10 de septiembre, el Servicio Copérnico de Vigilancia de la Atmósfera de la Unión Europea calculaba casi 410 megatoneladas. La anterior marca por llamas canadienses tuvo lugar en 2014, con 138 megatoneladas. Es mucho más que todas las emisiones de gases de efecto invernadero —que incluyen transporte, industria, ganadería y otros sectores— registradas en España durante todo un año: en 2022, el país lanzó 244,3 megatoneladas”, según el último Inventario Nacional de Emisiones.

Canadá ya había generado titulares en el verano de 2021 por el fenómeno conocido como “domo de calor”. Lytton, comunidad ubicada en Columbia Británica, representó el caso más extremo: sus termómetros registraron 49,6 grados. A finales de 2022, antes de la ola sin precedentes de incendios forestales, el director parlamentario del presupuesto presentó un informe donde aseguraba que Canadá ya estaba pagando las consecuencias del cambio climático. Según el documento, dichas consecuencias provocaron en 2021 una disminución del 0,8% del PIB, y podrían alcanzar el 2,4% en 2050.

Cambio climático: retos del plan canadiense
El Gobierno de Justin Trudeau ha puesto en marcha una estrategia para hacer frente al cambio climático y sus impactos. Contempla, entre otros puntos, un programa nacional de adaptación a condiciones meteorológicas extremas, apoyo financiero a países en desarrollo respecto a estas amenazas, un aumento en el número de áreas protegidas, un plan de tarificación del carbono e inversiones en energías “verdes”. Todo esto acompañado de un ambicioso plan de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero.

Por otro lado, el ministro Guilbeault anunció este jueves un marco para limitar las emisiones de gases de efecto invernadero del sector del petróleo y el gas que se espera entre en vigor en 2026. El plan contiene cifras fijas (por ejemplo, establecer las emisiones para 2030 a un máximo del 38% por debajo de los niveles de 2019). Sin embargo, las empresas contarán con cierta flexibilidad para alcanzar los objetivos, ya que podrán efectuar una contribución a un fondo de descarbonización o pagar créditos de compensación. El sector es responsable del 28% de las emisiones de Canadá.

Varios grupos ambientalistas saludaron la noticia, aunque lamentaron que Ottawa se siga enfocando en la reducción de emisiones y no en el descenso de la producción. Los Gobiernos de Alberta y Saskatchewan manifestaron que el plan tendrá graves repercusiones económicas, además de representar una violación a las competencias provinciales. Por su parte, la Asociación canadiense de Productores de Petróleo indicó en un comunicado que añadir normativas podría obstaculizar sus inversiones en proyectos de energías limpias.

El 8 de noviembre, un informe de la ONU sostuvo que los países productores de petróleo planean producir para 2030 más del doble del combustible que se requiere para limitar el calentamiento global a 1,5 grados. Canadá es el cuarto productor del orbe. Se calcula que en 2035, la producción de combustibles fósiles canadienses será un 25% superior al nivel registrado en 2022.

La estrategia canadiense se centra más en buscar reducir las emisiones provenientes de las empresas de gas y petróleo que en una eliminación considerable de la producción en el sector. Prueba de ello son las inversiones y los estímulos fiscales relacionados con la captura y el almacenamiento de carbono en Alberta, la principal provincia petrolera del país. No obstante, la Agencia Internacional de la Energía indicó recientemente que “la cantidad de electricidad necesaria para alimentar estas tecnologías sería superior a la demanda actual de electricidad mundial”. También expresó que las empresas de gas y petróleo deben buscar diversificarse con mayor vigor en las energías limpias en vez de poner tanto peso en la captura y el almacenamiento de carbono.

“Se dice con frecuencia que el Gobierno de Trudeau es demasiado complaciente con la industria de los combustibles fósiles. Es cierto que podría hacerse más, pero es una situación compleja debido al federalismo canadiense”, comenta Simon Langlois-Bertrand, investigador en el Instituto Trottier del Politécnico de Montreal. “Hay que hacer consultas, reunirse con las provincias; todo esto con mucha prudencia. De acuerdo a lineamientos constitucionales, el Gobierno federal no puede controlar la producción, aunque sí las emisiones. Recordemos que el plan de tarificación del carbono de Trudeau incluso llegó a la Corte Suprema”, añade.

Este lunes, en el marco de la COP28 en Dubái, el ministro de Medio Ambiente y Cambio Climático de Canadá, Steven Guilbeault, anunció que su país reforzará la vigilancia respecto a las emisiones de metano en la red de infraestructuras de combustibles fósiles. Dicha medida servirá principalmente para detectar las fugas y eliminar la quema rutinaria de dicho gas. Guilbeault apuntó que tanto la estrategia puesta en marcha por Canadá como otras decisiones en el futuro ayudarán a alcanzar el objetivo de un balance neto de cero emisiones en 2050.

“El Gobierno de Trudeau ha hecho avanzar distintos puntos de la agenda. Sin embargo, han sido éxitos en asuntos no tan complejos. Por ejemplo, retirar el carbón de la producción de electricidad e impulsar las tecnologías limpias. Pero ahora estamos en una etapa donde se requiere tomar decisiones difíciles para alcanzar las metas. Es un momento determinante. El próximo paso es el anuncio del límite de emisiones para el sector canadiense del petróleo y el gas”, apunta Simon Langlois-Bertrand.

Plan estatal para limitar las emisiones
Este jueves, el ministro Guilbeault anunció un marco para limitar las emisiones de gases de efecto invernadero del sector del petróleo y el gas que se espera entre en vigor en 2026. El plan contiene cifras fijas (por ejemplo, establecer las emisiones para 2030 un 38% por debajo de los niveles de 2019). Sin embargo, las empresas contarán con cierta flexibilidad para alcanzar los objetivos, ya que podrán efectuar una contribución a un fondo de descarbonización o pagar créditos de compensación. El sector es responsable del 28% de las emisiones de Canadá.

Varios grupos ambientalistas saludaron la noticia, aunque lamentaron que Ottawa se siga enfocando en la reducción de emisiones y no en el descenso de la producción. Los Gobiernos de Alberta y Saskatchewan manifestaron que el plan tendrá graves repercusiones económicas, además de representar una violación a las competencias provinciales. Por su parte, la Asociación Canadiense de Productores de Petróleo indicó en un comunicado que añadir normativas podría obstaculizar sus inversiones en proyectos de energías limpias.

Fuente: El País

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