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El IPE avisa del impacto de la invasión turística sobre los ibones del Pirineo

Una fuerte pisada al final de una excursión puede provocar que una porción de sedimentos caiga al fondo de un lago de montaña, acumulando materia orgánica, modificando la temperatura, cambiando el ecosistema de una planta acuática y poniendo en riesgo la supervivencia de un ibón del Pirineo.

Miles de pisadas como esta se repiten cada día de verano en los ibones de Acherito, Plan, Marboré, La Sierra, Estanés, Bernatuara… empujadas por la masificación turística, que trae, entre otras cosas, “microplásticos” o restos de crema solar. Ya no decir basura, baños u hogueras alrededor, actividades prohibidas por el Gobierno de Aragón tras ser declarados Espacios Naturales Protegidos e incluidos en la red ecológica europea de áreas de conservación de la biodiversidad Natura 2000.

Esta sobreexposición, sumada al incremento de las temperaturas por el cambio climático, ha generado un “fuerte impacto” en las dinámicas de los lagos durante los últimos 50 años, advierte desde Estados Unidos Blas Valero Garcés, geólogo, investigador y exdirector del Instituto Pirenaico de Ecología (IPE).

Desde el año 2013, de la mano de varios equipos de científicos, el IPE monitoriza el estado de ibones de la cordillera. En su estudio han percibido que la temperatura de los lagos está aumentando. La temporada en la que los ibones están cubiertos de hielo es cada vez menor y, sin embargo, cada año el sol impacta con más “fuerza” sobre la capa superior, distanciándola de la inferior. “Esto provoca que los períodos de mezcla de agua se disminuyan y el oxígeno tienda a reducirse, creando regiones anóxicas donde no es posible la vida”, valora el investigador.

Este proceso supone la acumulación de más materia orgánica en el fondo y más flujos de sedimentos. Los ibones del Pirineo son oligotróficos, es decir, un organismo puede vivir en un ambiente con niveles muy bajos de nutrientes, pero los estudios del IPE han determinado que plantas acuáticas como las algas diatomeas, propias de estos lagos en los años 70 y 80, “están desapareciendo a cambio de otras más adaptadas”, incide Blas Valero.

Cambios únicos
A simple vista no se aprecia, pero se trata de cambios únicos en los últimos 2.000 años. Grupos de científicos, como los dirigidos por Blas Valero, Penélope González o Alfonso Pardo, estudian sus registros y desde el Neolítico a la Edad Media, pasando por los procesos actuales.

Entonces, la deforestación y la ganadería eran sus grandes amenazas. Ahora, el cambio climático, los fertilizantes (de los que han recogido muestras) y la actividad turística “está poniendo en riesgo la dinámica de los ibones”, aprecia Valero, que insta a crear “medidas de conservación” de estos espacios, además de una “concienciación ciudadana y científica”, señala.

“Creemos que nada ha cambiado a nuestro alrededor y que hay lugares prístinos, donde el impacto de las actividades humanas no ha llegado. Pues aquí están las muestras. Los cuadros del Museo del Prado están protegidos por ser un registro de nuestra historia, en cambio estas joyas de nuestro patrimonio natural no las estamos preservando”, indica Blas Valero sobre los ibones del Pirineo, que son “incomparables a los de otras cadenas alpinas”, puntualiza.

Mientras tanto, Acherito o Plan reciben al día cientos de visitantes y pese a que “tienen gran capacidad de resistencia”, subraya el científico, “no sabemos cuánto tiempo más podrán aguantar bajo los efectos de la invasión turística”, concluye.

Fuente: Diario del Alto Aragón

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