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El valor y la necesidad de una Educación Ambiental renovada; aquí y ahora

El Planeta vive en una entropía permanente, si bien sus criaturas nos agradecerán que consigamos una renovada Educación Ambiental o para la Sostenibilidad. Somos conscientes de que el entramado ecosocial se va deteriorando. Si no actuamos, cada vez tenemos menos tiempo. A pesar de todo hemos de intentarlo.

Decíamos ayer
En octubre de 1983 se celebraron las I Jornadas de Educación Ambiental en Sitges. Allí acudimos muchas personas con la esperanza puesta en el conocimiento de métodos y experiencias –se presentaron más de 200 aportaciones- que nos ayudaran a darle más contenido a iniciativas propias. Las exposiciones y debates nos enriquecieron. Volvíamos con un suplemento emocional y con nuevas vías de acción.

Vuelvo a leer las actas de aquellas jornadas y entresaco ilusiones pasadas. Pero muchos retos ambientales de entonces siguen siéndolo. Incluso algunos que ni se citaban, como el cambio climático, ahora condicionan tanto la vida. Por lo cual desde aquí lanzamos la proclama de que es necesario hacer valer el papel de la Educación Ambiental (EA), o para los Sostenibilidad (EpS), con más intensidad e insistencia. Aunque a partir de ahora diremos EA a sabiendas de que englobamos las dos. Hay que insistir en la tarea porque si miramos a la formación ambiental de la ciudadanía actual –aquello que se responde en las encuestas- entendemos que valora el medioambiente pero minusvalora las aportaciones personales; se podría decir que algo no hemos hecho bien. La EA que en tiempos pudiera parecer una propuesta ecologista sin más, de unos iluminados, ahora es una necesidad existencial. La aventura vital más útil ahora basada en información veraz, en la participación y en la acción colectiva con compromiso.

A partir de entonces mucho, pero aún es poco
Lo cierto es que debemos ir más lejos pero no partimos de cero. Debemos resaltar el enorme esfuerzo que se ha hecho desde organizaciones ambientalistas, administraciones y la enseñanza reglada para avanzar en la EA. Por más que no se hayan generalizado los deseos de los estudiosos de la EA; explicaremos las razones. Podríamos revisar los millares de centros que han desarrollado intervenciones, las innumerables campañas de administraciones varias, desde lo local hasta lo global. Gobiernos de las CC.AA. o de comarcas y ayuntamientos han llevado a sus organigramas los cargos de educación ambiental, con mayor o menor acierto o pretensiones. Desde aquí el reconocimiento al profesorado que quiso dar un paso adelante uy logró implicar a su alumnado. Fueron muchas iniciativas; en casi todas las CC.AA. hay redes de educación ambiental. Por citar solamente una, que agrupaba centros de las demás, señalaríamos a ESenRED.

Algo habrá quedado de todo eso. Al menos parece que se ha incrementado una lectura más crítica de los sucesos ambientales. También hay que decir que los medios de comunicación ya se ocupan de la información ambiental pero su tratamiento es efímero, excepto medios que tienen un apartado específico llamémosle verde. Ahora sobre clima preferentemente.

A la escucha permanente porque los lenguajes ambientales tienen muchas caras
De un tiempo a esta parte, el lavado verde de los productos y acciones empresariales, incluidas las energéticas, nos han inundado de mensajes ambientalizadores. Hay personas que empiezan a preocuparse por el asunto; algunas hasta llegan a sentir una cierta ansiedad ambiental. Dimensionan en exceso su responsabilidad en el despiste del cuidado del medioambiente. Tiene más pecado la publicidad engañosa que culpabiliza al usuario siempre. Debería preocuparse más en publicitar las mejoras en la producción, eficacia, transporte y uso de los recursos necesarios para apoyar una vida acorde con las necesidades ambientales. Parece que quieren decirnos que nos felicitemos por adquirir tal o cual producto, luego ya veremos. La publicidad es muchas veces engañosa, aunque el etiquetado del producto haya mejorado y la protección de los consumidores también. Aprovechamos para decir que no solo en los centros educativos desde primaria hasta la universidad; es tanto o más importante la educación no formal e informal.

También cunden en la sociedad rica, la nuestra, los negacionistas del todo. Si las administraciones condicionan lo que los del no llaman la “libertad” de comportarse sin el mínimo respeto ambiental, la critican y denuncian. Por otro lado, si se producen catástrofes ambientales, las administraciones deben resolverlas ya en cada lugar, contexto y momento. Son lo que algunos llamamos los inadaptados ambientales, que desdeñan que vivimos en la sociedad de las relaciones y compromisos.

Luego están los depredadores ambientales. Unos pocos contaminan mucho globalizando pérdidas, pero quedándose con las ganancias que repercuten negativamente en el estado global. Las empresas detentadoras o comercializadoras de las materias primas por ejemplo. No facilitan los cambios socioambientales aunque se atrevan a preparar hasta cursos de formación; sin duda para mantenernos ocupados.

Ante todo esto, no sirve una educación ambiental exclusivamente verdeada, muy presente en la actualidad. Esta inclinación de potenciar la naturaleza y lo verde se ha hecho mirando desde fuera. Son más generadoras de EA aquellas que se interrogar sobre nuestro papel en el mundo. Reconozcamos de una vez que es hoy biodiverso, complejo, con nuevas problemáticas que necesitan una EA crítica y competencial.

De la escucha a las alianzas
En bastantes ocasiones, la educación formal, no formal e informal van cada una por su lado. Así, lo que se trabaja en la escuela, en una campaña de las administraciones, o las ONG no se aplica en la vida corriente. Además no se retorna a la ciudadanía si ha habido cambios en el compromiso ambiental. Si no existe la interiorización de que cada cual forma una parte de la solución difícilmente avanzaremos. Decimos esto porque la autocomplacencia de hacer algo no puede oscurecer el espíritu crítico y comprometido. Si este se afianza como una competencia personal se agranda sin duda la EA.

Bien es cierto que costará llegar con una adecuada EA ante las nuevas problemáticas que nos persiguen; siempre vamos con retraso. Más de una vez la razón del despiste global se debe a la falta de preparación de gestores y comunicadores, o a su propensión a ocultar lo que no les interesa. Ahora mismo los pélets venían teñidos del ocultismo de los hilillos del Prestige. O singularmente grave es el ejemplo del Mar Menor; ha faltado sensibilidad social ante el envenenamiento masivo provocado por empresas sin escrúpulos y aumentado por administraciones sin formación ambiental. No sabemos si al tiempo, la EA en la escuela se lleva a cabo en zonas limítrofes se habrá generado en pequeñas dosis, sin planes de seguimiento, sin llegar a competencias y compromisos; o todo lo contrario.

Solamente citar, de las muchas existentes, dos alianzas. La una proviene de Fuhem, que ha aliado el trabajo de situaciones de aprendizaje con el complejo currículo escolar. Sin duda una iniciativa para mirar los centros escolares. De otro lado, la iniciativa GreenComp. El marco europeo de competencias para la sostenibilidad de la UE. Ambos proyectos son inspiradores de nuevas interpretaciones de la EA.

La pesada losa de la dimensión depredadora de la especie humana
No sería aventurado decir que casi los dos tercios de la población habrán participado en su centro o fuera de él en actuaciones ambientalistas, o en iniciativas de asociaciones de barrio u las ONG. Sin embargo, es muy difícil avanzar en la EA, interiorizarla sería la palabra adecuada, si la cultura global sigue pensando que el planeta nos pertenece y debe darnos todo lo que le pida. La finitud de los recursos es un hecho comprobado con datos. El crecimiento sin límites está desfasado a nada que miremos al presente futuro. El abuso de los combustibles fósiles va en contra nuestra y ahí seguimos. El individualismo existencial es traicionero para el medioambiente global. Dado que vivimos en una comunidad global, la sobredimensión de los problemas en los países pobres necesita ayuda financiera. Sus problemas ya los nuestros: las migraciones aumentarán y pueden hacer que se tambaleen muchas cosas, también la EA y no digamos la Educación para la Sostenibilidad compartida. O si queremos hablemos del clima, del activismo climático y la represión a las activistas que defienden el patrimonio común. Varias acciones de escaso trastorno han sido judicializadas hasta extremos difícilmente comprensibles por la ciudadanía. Así no se favorece un sentimiento socioambientalista; más bien al contrario

Mientras la transición ecosocial lleva a una EA renovada
Cualquier acción formativa debe escribir en letras grandes que la consideración de la interdependencia y la ecodependencia debe formar el núcleo de la EA. Hay que evitar que fracasen las metas y los Objetivos de Desarrollo Sostenible, que tan lentos van en su consecución. Hemos de reflexionar que los atropellos ambientales que limitan nuestra existencia, y la biodiversidad que nos acompaña, no se arreglar mirando hacia otro lado o fiándolo todo a la ciencia.

Las entidades, empresas y administraciones deberían ser conscientes de que en muchas ocasiones los lobis pueden más que la sensatez administrativa, que no siempre falla, que tampoco acierta siempre.

Hay que reclamar el convencimiento de las administraciones, la permeabilización de los departamentos que para no acometer acciones contrarias desde el punto de vista socioambiental. Debería buscarse una complicidad de los entes locales, a veces desabastecidos de iniciativas. El Pacto Verde Europeo y el nuevo estilo de la Educación Ambiental que promueve el Ministerio de Transición Ecológica están en la tarea.

Acceso a artículo completo. Carmelo Marcén. Ecos de Celtiberia

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