«No os quedéis en la puerta, entrad de una vez». Así da la bienvenida al recién llegado una voz masculina y cautivadora. Es el esparto el que habla; sus palabras acompañan al visitante desde que atraviesa la puerta de entrada, y con él recorre cortésmente las dos plantas que integran este centro de interpretación. El esparto va narrando una hermosa historia de amor de la que él mismo es el protagonista, él y La Cuba, el término municipal más pequeño de Aragón. Precisamente esta circunstancia fue la causa del mutuo afecto: como La Cuba no tenía tierra para el cultivo, sus habitantes se dedicaban a la manufactura del esparto, que les dio trabajo desde finales del siglo XVII hasta mediados del siglo XX.
El visitante contempla diferentes objetos fabricados con esparto, dibujos en los que se reproducen las labores de manufactura, paneles explicativos… mientras el esparto recuerda con nostalgia y picardía cómo las mujeres lo acercaban a sus labios cuando hacían la llata, cómo lo ceñían las manos fuertes de los hombres para coserlo y confeccionar piezas con él.