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José Luis Cortés: “El libro es un aperitivo de nuestro rico menú lingüístico y ornitológico”

“Entre esparveros y cardelinas. Un tesoro de aves y nombres en el Alto Aragón” es el evocador título del último libro de José Luis Cortés. Biólogo, ornitólogo, postgraduado en comunicación científica y escritor, afincado en Aler hace algunos años. Cortés sabe tanto de aves como de enseñar a apreciarlas, gracias a los puentes que tiende entre ciencia y cultura y que dan frutos tan ricos como esta obra, galardonada con el Premio Félix de Azara 2024, presentada en Torres del Obispo el pasado viernes.

“Siempre me han interesado los nombres de los pájaros porque son descriptivos de costumbres, de detalles de un canto, de alguna pluma, etcétera y eso te ayuda a conocerlos mejor. He estudiado nombres científicos, nombres vernáculos y todos tienen su razón de ser. Me fascina esa mezcla de ciencia y cultura que está muy relacionada aunque se haya querido separar”, explica en relación a un asunto “inagotable”.

Recuerda que la idea del libro surgió cuando Silvia Ardanuy le hizo llegar un diccionario de Torres del Obispo escrito por Jaime Asensio con 40 nombres de aves. “Junto a un amigo de Torla, Joaquín Villacampa, y los nombres que me pasó de esa zona lo fui juntando e hilvané la publicación”.

El título resulta muy ilustrativo con ese “Esparvero” que, en Torla es un milano y en Torres, puede ser un cernícalo o alconato, mientras que en catalán y francés es el gavilán. “La raíz en todas partes es la misma, esparver, esparcir las presas a las que ataca”, detalla. La Cardelina, que ilustra la portada y en muchas zonas de Ribagorza se relaciona con el folclore tradicional, se llama así “porque uno de sus alimentos preferidos son los cardos. Sus plumas rojas, muy duras, le permiten no dañarse con las espinas y el nombre científico es también ‘Carduelis’, ‘carduera'”. Los cardos no restan poesía a un pájaro “con un canto muy líquido y melodioso, suave, no tan variado como el ruiseñor o el mirlo, pero que ha sido su perdición porque desde antiguo se han capturado para tenerlas en cautividad”.

Aunque no pretende ser un diccionario etimológico, pero va más allá de un simple glosario, “el libro es un aperitivo de nuestro rico menú lingüístico y ornitológico” y recoge unos 60 o 70 nombres propios de la zona de Torres del Obispo, Aler y Benabarre, más algunos de la zona de Torla. “Las aves que se recogen serían entre un tercio y la mitad de las habituales de la zona a lo largo del año. Esto es un mundo que se acaba, aunque cada vez hay menos aves y menos nombres”.

La obtención del premio Félix de Azara le llevó a profundizar en esta figura que estuvo en Paraguay y Argentina unos 20 años y siendo ingeniero militar, “ni biólogo ni naturalista”, puso nombre y describió 450 especies de aves en una época, finales XVIII principios XIX, en la que se conocían 1500. Esto sumado a la relación entre Azara y Darwin y a la aportación de las aves a la evolución ha sido el germen de un nuevo libro, en el que, avanza, ya está trabajando.

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