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La biblioteca verde de Zaragoza no solo es una biblioteca

No es una biblioteca ni tampoco es un convento. Pero a este lugar le apodan la biblioteca verde y fue también el primer convento que se levantó en Zaragoza, allá por el siglo XIII. El Centro de Documentación del Agua y el Medio Ambiente (Cdamaz), situado en el número 18 del paseo Echegaray, cumple 20 años en este 2023 con la pretensión de abrirse a la ciudadanía y enterrar la idea de que entre las hileras de estanterías con libros solo se puede estudiar y permanecer en silencio.

Y este centro no es tan solo una biblioteca porque sus servicios van mucho más allá. «Nosotros prestamos soporte documental, informativo y bibliográfico a empresas, profesores, investigadores, consultoras y estudiantes sobre todo lo que tiene que ver con la gestión ambiental, la educación ambiental, la política ambiental, el impacto de las actividades humanas en el medio ambiente…», explica Marga Muñoz, la técnico del Ayuntamiento de Zaragoza que está al frente del lugar.

No obstante, al entrar, el Cdamaz se asemeja bastante a lo que todo el mundo entiende por una biblioteca y seguramente puede que sea una de las más bonitas de toda la ciudad. El Cdamaz ocupa la nave del refectorio lo que fue el convento de los Predicadores, situado precisamente en la calle Predicadores y el paseo Echegaray.

Con sus columnas, sus arcos ojivales y su bóveda de crucería este edificio es una de las joyas escondidas de la ciudad tanto por el continente, es decir, la construcción en sí, como por su contenido. Muñoz reconoce que, a pesar del trabajo y del servicio que prestan, muchos ciudadanos pasan por delante sin reparar en el edificio, situado justo en frente de donde se colocaron las food trucks en las Fiestas del Pilar. Sin embargo, este antiguo convento llegó mucho antes a Zaragoza que los camiones con cocina. Nueve siglos antes.

Fue Jaime I quien cedió los terrenos a la orden de los Predicadores Dominicos en lo que era una zona de huertas junto al río Ebro en el siglo XIII. Desde su construcción, el convento siempre ha estado ligado a la historia de los libros y el agua, dos cuestiones que hoy en día siguen siendo la columna vertebral del proyecto del Cdamaz.

Y es que los Predicadores tuvieron la primera biblioteca de la ciudad. Quedan muchos documentos escritos de la vida en el convento relatada por los propios clérigos en los fondos históricos que conserva la Universidad de Zaragoza en los que se deja constancia que, en el siglo XVII, eran cientos de volúmenes los que conformaban este archivo.

Además, los libros y la literatura también están unidos con la historia del Cdamaz a través del más ilustre de los autores en castellano. En 1565 los Predicadores convocaron unas justas poéticas a la que acudieron escritores de toda España. El premio eran cuatro cucharillas de plata y el ganador se dice que fue un tal Miguel de Cervantes.

Y la unión de este lugar con el agua y los ecosistemas viene porque los Predicadores documentaron, a lo largo de la historia, las crecidas del Ebro. También ellos tenían la exclusividad de la pesca de esturiones en el río, que tenían justo al salir del convento.

Este convento, en el que se reunieron las Cortes de Aragón hasta la construcción del palacio de la Diputación del Reino, tenía también la tercera iglesia más grande de la ciudad después del Pilar y la Seo. El complejo se derruyó en el siglo XIX y en el solar se construyó lo que en el presente se conoce como el antiguo instituto Luis Buñuel y la Casa de Amparo. Solo quedó en pie el refectorio, que hoy es el Cdamaz, y la sala comunal del convento, que se reconvirtió en lo que es hoy la iglesia de la Casa de Amparo.

En un principio, el Luis Buñuel iba a ser la Escuela Preparatoria Militar, pero nunca llegó a serlo. Este edificio sí que ha acogido un museo, la sede del ayuntamiento de la ciudad, un instituto y hasta un centro social comunitario antes de convertirse ahora en un centro de mayores.

El refectorio estuvo abandonado durante dos décadas a finales del siglo pasado hasta que en los noventa se restauró completamente gracias a un proyecto de financiación de la Unión Europea. En un principio no se estableció qué uso se le iba a dar al edificio, pero finalmente, a finales de los 90, en una época en la que la «guerra del agua» y el rechazo al trasvase formaban parte de la agenda política, se decidió hacer una especie de «biblioteca del agua» que acabó convirtiéndose en lo que hoy es el Centro de Documentación del Agua y del Medio Ambiente, que depende hoy de la sección de Sostenibilidad del Ayuntamiento de Zaragoza, por lo que no forma parte de la red de bibliotecas públicas de la ciudad.

“Vienen tanto estudiantes como profesores de la ESO que quieren poner en marcha un proyecto educativo centrado en el medio ambiente para documentarse. También personas que quieren ponerse un huerto ecológico”

Y es que, según insiste Muñoz, el término biblioteca se le queda corto a este centro. «Aquí vienen tanto estudiantes como profesores de la ESO que quieren poner en marcha un proyecto educativo centrado en el medio ambiente para documentarse. También personas que quieren ponerse un huerto ecológico», cuenta. En 2022, el centro tenía más de 14.000 socios, 19.968 personas visitaron sus instalaciones (un 22% más que en 2021) y se produjeron 6.368 préstamos (un 22,6% más que en 2021).

Asimismo, tienen la primera biblioteca de semillas de Zaragoza, en la que conservan el germoplasma de especies vegetales autóctonas de Aragón y que ceden a agricultores comprometidos con el proyecto para garantizar la conservación de esas plantas.1

Desde el Cdamaz también colaboran con colegios a través de talleres y la parte histórica la sacian con visitas al edificio, que está protegido por su interés arquitectónico. Hacen cuatro recorridos por las instalaciones cada mes con un guía. Además, acogen talleres, debates, presentaciones, exposiciones… «Queremos que la gente conozca que aquí podemos acoger sus proyectos», dice Marga.

Y para potenciar este aspecto han lanzado Cibico, un laboratorio ciudadano para impulsar proyectos que contribuyan a hacer frente a la crisis climática y desarrollarlos de forma colaborativa. Como primer paso se ha iniciado esta semana un proceso participativo a través de la plataforma IdeaZaragoza en el que cualquiera puede participar. Porque no, este centro no es solo una biblioteca.

 

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