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Libros para entender la gravedad de la crisis climática y sus consecuencias

El multimillonario fundador de Microsoft Bill Gates recomendaba en abril pasado en la revista Forbes varios libros para entender el cambio climático. Y en primer lugar situaba Weather for dummies (2021), de John D. Cox. Sí, se trata de un libro de la famosa serie para legos en un tema (aunque también útil para que los iniciados en la cuestión se pongan a prueba). La palabra dummy significa maniquí, pero en un sentido más amplio (sí, también puede ser tonto) es ese tipo de muñeco que se usa en los tests de seguridad de los coches para ver qué posibles destrozos nos pueden ocurrir en un accidente. Y eso parece que somos todos, dummies paralizados ante el cambio climático en un mundo que según los expertos va camino del desastre sin que nadie ponga los medios para impedir la catástrofe.

En el caso del cambio climático, parece demostrado que hay muchos culpables. O bien porque los negacionistas del clima (dummies orgullosos de serlo) están al mando de las palancas de poder económico que condicionan las decisiones políticas, o bien porque la inmensa mayoría de los ciudadanos (dummies avestruz) preferimos dar una patada adelante al problema, seguir con nuestras vidas sin cambiar ningún hábito de consumo y esconder la cabeza bajo tierra —en realidad la metáfora es una leyenda negra, las avestruces no hacen eso—, como acertadamente se ilustra en la portada de Perdiendo la Tierra. La década en que podríamos haber detenido el cambio climático, de Nathaniel Rich. “Casi todo lo que sabemos sobre el cambio climático ya lo sabíamos en 1979″, asegura el ensayista estadounidense en la primera línea de su libro. Y, efectivamente, han pasado más de cuatro décadas sin que el género humano haya sido capaz de detener esta escalada suicida.

Si no 40 años, las editoriales llevan ya muchos años lanzando libros de todo tipo sobre un tema muy candente —no es un juego de palabras—. Sobre todo ahora, de cara a la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático 28, más conocida como COP 28, porque arranca su 28ª edición este jueves en Dubái, frente a la que todos nos convertimos en muñecos expectantes deseosos de unas buenas noticias que cita tras cita nunca llegan.

De las consecuencias futuras del problema habla David Wallace-Wells en El planeta inhóspito. “Creo que aunque suba la temperatura nuestra civilización sobrevivirá y nos adaptaremos. La cuestión es cuánto nos adaptaremos y con qué grado de calentamiento tendremos que lidiar”, explicó el autor en una entrevista en EL PAÍS. Y por eso su libro cuenta que, aunque el cambio del clima parezca ya irreversible, se puede reducir el grado de sufrimiento humano. Pero, a su juicio, “estabilizar el clima del planeta nos obliga a eliminar completamente las emisiones de carbono. No vale con reducir las emisiones, hay que eliminarlas”.

Sí, eliminarlas, no basta con reducirlas. Como también explica el sueco Andreas Malm, profesor de Ecología Humana de la Universidad de Lund, en su libro Capital fósil. El auge del vapor y las raíces del calentamiento globaldonde afirma que bajar la temperatura “requiere emprender un derrocamiento radical del orden económico actual”, la economía fósil, en sus palabras. Porque, para el dummy que todavía no se haya enterado: el único culpable de que suban las temperaturas es el hombre y la liberación a la atmósfera de grandes cantidades de dióxido de carbono (también otros gases), que estaban acumuladas en formas de combustibles fósiles en el subsuelo terrestre. Y aquí conviene hacer un repaso de una cadena que casi ya conocen todos los niños de Primaria: el consumo de combustibles fósiles (petróleo, gas, carbón…) provoca la emisión a la atmósfera de gases de efecto invernadero. La Tierra envía el exceso de temperatura que su atmósfera no retiene al espacio exterior en forma de radiación térmica (rayos infrarrojos), pero a mayor porcentaje de gases en la atmósfera, más energía retiene (como en el espacio acristalado de un invernadero). Así se produce el calentamiento global de la Tierra y la consecuencia es el cambio climático. Fin de la discusión, según explican la mayoría de los expertos. No así para el primo del expresidente Mariano Rajoy, y seguro que tampoco para muchos cuñados en las cenas de las próximas navidades.

De momento no se espera publicar en España el sencillo libro que lo explica todo de John D. Cox. Sin embargo, para rebatir a los cuñados en Nochebuena, si se tienen fuerzas para hacerlo, tenemos en España nuestra propia versión de un libro ameno para que sea fácil entender el tema: Cambio climático para principiantes. Graduada en Física y con un máster en Meteorología y Geofísica, la televisiva Isabel Moreno (Aquí la Tierra, en TVE) trata de explicar las bases del problema y cómo provoca fenómenos tan dispares como inundaciones o sequías.

En esta pequeña selección de títulos realizada por Babelia, con la ayuda de nuestros compañeros especializados en cambio climático, destaca, por ejemplo, Contra la sostenibilidad, en el que el ambientólogo valenciano Andreu Escrivà lucha, en un mundo donde el uso de combustibles no cesa, contra la banalización del concepto “crecimiento sostenible”, que conduce “a la idea de crecimiento ilimitado, vestido con un traje verde y perfumado con esencias silvestres, pero crecimiento sostenido, al fin y al cabo”.

También se ha tratado el problema desde aspectos concretos, como lo hace Refugiados climáticos. Un gran reto del siglo XXI, de Miguel Pajares, que analiza las terribles consecuencias que tendrá el problema para las poblaciones más afectadas por los cambios. De hecho, ya se están produciendo migraciones a causa de la sequía. Y desde otros puntos de vista lo enfocan los ensayos de Philipp Blom, El gran teatro del mundo, y de Margaret Atwood, Cuestiones candentes. Una mirada crítica a la realidad actual, desde el feminismo hasta el cambio climáticodonde la autora de El cuento de la criada, que apoya la causa del movimiento social Extinction Rebellion, se atreve a lidiar con el problema. Y por supuesto, no se pueden olvidar clásicos como Esto lo cambia todo. El capitalismo contra el clima, de la periodista canadiense Naomi Klein.

Desde un punto filosófico, William MacAskill escribe Lo que le debemos al futuro. Qué debemos hacer hoy para garantizar un mundo feliz a nuestros nietos, donde desarrolla su teoría del largoplacismo y apuesta por influir en las siguientes generaciones (a siglos vista) de una forma más positiva. También desde el enfoque de la economía el futuro está pavimentado de dificultades, como explica el conocido como Doctor Catástrofe, el profesor en Economía de la Stern School of Business de la Universidad de Nueva York Nouriel Roubini en Megamenazas. Las diez tendencias globales que ponen en peligro nuestro futuro y cómo sobrevivir a ellas“El cambio climático global podría representar el punto de inflexión en el que regiones de la tierra se vuelvan inhabitables”, explica Roubini, en un entorno en el que la conjunción de dos o tres de esas amenazas, como una pandemia, una crisis financiera o una guerra podrían abocar al derrumbe de las economías de los países.

Desde la ficción

Películas como Waterworld o series como El barco ya han mostrado un futuro apocalíptico de mares inacabables. Son solo ficciones, pues sabemos que si se derritieran los casquetes polares —sobre todo de la Antártida, con su grosor máximo de 4,8 kilómetros— el nivel del mar subiría unos 60 metros, lo que no anegaría toda la tierra emergente pero sí grandes porciones de las costas de todo el mundo. De momento, se calcula que entre 1901 y 2018, el incremento fue de unos 20 centímetros. Y, con la tendencia actual, podría ser de entre 40 y 80 centímetros para 2100. Unas cifras ocasionadas hasta ahora por un incremento de solo 1,2 grados respecto a la época preindustrial, con terribles consecuencias en forma de sequías, inundaciones, tormentas torrenciales, huracanes. Y en la COP 28 el objetivo es que en el futuro no superemos un aumento de entre 1,5 y 2 grados. Es decir, la situación aún va a empeorar.

Sin embargo, y a favor de las branquias tras las orejas de Kevin Costner, la ficción ofrece muchas veces el espacio perfecto para modelar la realidad. Imaginar, prevenir, actuar. La llamada cli-fi o ficción climática se ha constituido en todo un género en sí mismo. Con clásicos como El mundo sumergido, de J. G. Ballard, y La carretera, de Cormac McCarthy, destacan entre las recientes publicaciones propuestas como El futuro (Roca Editorial), de Naomi Alderman. La autora británica, amadrinada por Margaret Atwood, describe en su sexta novela una distopía acelerada exponencialmente por la concentración del poder de Internet en un número cada vez más reducido de magnates tecnológicos que conducen al mundo hacia la destrucción desde la supuesta seguridad de sus torres de marfil. Enfocada también en la desigualdad extrema entre un puñado de megarricos y el resto de los mortales, Camp Zero (AdN), de Michelle Min Sterling, se traslada al año 2049, a un mundo de temperaturas insoportables en el que los humanos viven permanentemente conectados en línea. En Norteamérica, un grupo de mujeres se dedican a vigilar el clima en el Camp Zero, un campamento que esconde un inquietante misterio.

“Los animales se están muriendo. Dentro de nada estaremos solos en el mundo”. Así arranca La última migración (Salamandra), novela de la escritora australiana Charlotte McConaghy que sigue los pasos de Franny Stone, una descreída mujer que viaja hasta Groenlandia para seguir a los últimos charranes árticos del mundo en su migración de uno a otro polo de la Tierra. En una Suecia asolada por los incendios, la historia de Mientras todo arde, de Jens Liljestrand, abunda a través de una cascada de personajes que viven ajenos a la emergencia climática en la idea de que la coyuntura es más grave de lo que pensamos. Del norte del planeta a la región más austral, El vasto territorio, del chileno Simón López Trujillo, recrea los efectos alucinantes sobre la mente humana de un extraño hongo que prolifera en una zona de monocultivo del eucalipto —que no hace sino agravar la crisis ambiental— y prefigura un mundo que deberá dar acomodo a una nueva convivencia entre las especies. La argentina Agustina Bazterrica, por su parte, se traslada en Las indignas (Alfaguara) a un mundo posapocalíptico espoleado por la la crisis medioambiental, en el que un grupo de mujeres vive confinado y sometido a un culto religioso.

En Tasmania, el superventas italiano Paolo Giordano, autor de La soledad de los números primos, enumera la ristra de catástrofes que acechan la vida tal y como la conocemos —desde el deshielo de los polos a las pandemias que proliferan con el cambio climático—, proponiendo una lectura paralela entre el hundimiento global y el personal. Con su habitual prosa fragmentaria, Jenny Offill cose a base de retales una poderosa ficción sobre la emergencia ecológica en Clima (Libros del Asteroide), novela en la que una bibliotecaria de Brooklyn ve dar un vuelco a su vida cuando comienza a trabajar para una presentadora de un podcast sobre el cambio climático. La misma ciudad, a un siglo vista, ha quedado anegada bajo el agua en las páginas de Nueva York: 2140 (Minotauro), de Kim Stanley Robinson. Los animales se extinguen a un ritmo vertiginoso, pero ahí continúan los habitantes de la Gran Manzana, viviendo en rascacielos reconvertidos en islas y encontrando formas de reorganizarse más allá del capitalismo que todo lo engulle. Una biblia para niños (AdN), de Lydia Millet, sigue a una docena de niños que veranean juntos con sus familias, y que se ven atrapados en una terrible tormenta plasmada como una alegoría de la devastación que acarrea el cambio climático.

También hay hueco en las estanterías de las librerías para libros infantiles y juveniles y para cómics que abordan el cambio climático. En forma de novela gráfica encontramos, por ejemplo, Global, de Eoin Colfer, Andrew Donkin y Giovanni Rigano, una aventura épica en la que dos jóvenes afrontan desde distintos orígenes, las consecuencias del calentamiento en el norte de Canadá. Volvemos de nuevo a una Nueva York sumergida en el cómic de “terror ambiental” de James Romberger titulado Post York. En un tono más metafórico, Luke Adam Hawker sorprende con El último árbolY para los más pequeños, se pueden destacar El último oso, de Hannah Goldse, o Ya soy mayor y puedo salvar el planeta, de Loll Kirby y Adelina Lirius, donde niños y niñas de todo el mundo alzan su voz para socorrer a la Tierra, lo que demuestra que los estudiantes de Primaria no tienen nada de dummies.

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