“Mi proyecto nace de otras formas de relacionarse con el entorno”, resumió en la Semana del Emprendimiento en su jornada en Graus Martina Gilmartín respecto a su negocio, “Casa Ramonet”, una tienda con producto de calidad y de cercanía vendido a granel basada en la sostenibilidad. Un transformador viaje a Asia le hizo comprometerse con el consumo respetuoso hasta el punto de lanzarse a emprender gracias al apoyo de su familia y con el asesoramiento del Inaem que le guió con el plan de empresa.
Los viajes a lugares lejanos que sufragaba con trabajos esporádicos le permitieron construir, desde muy joven, una visión global de la realidad del planeta que, en lugar de alejarla de su tierra, la trajo de vuelta. Desde el Valle de Benasque, su lugar de origen, decidió contribuir a la preservación y el desarrollo de de su entorno.
“Vivimos un momento que estamos contaminando muchísimo a través de los cosméticos que usamos, de los productos de limpieza que echamos porque todo lo que llega a nuestro lavabo acaba en el río de alguna manera. También estamos consumiendo muchísimo plástico y generando muchos residuos. Entonces, decidí emprender una labor por el territorio, por toda la tierra, pero por mi territorio en particular. Me dije que me quería quedar pero aportando mi granito de arena para participar de otra manera de mundo”.
Martina había estado como fija discontinua en una librería porque, cuando acabó el Bachillerato, decidió no ir a la Universidad. “No había ninguna que me motivase lo suficiente para comprometer cuatro o cinco años, así que fui a nutrirme del mundo, ahorré dinero, me fui a Irlanda a trabajar como dependienta en unos grandes almacenes y como los salarios eran más altos, con ese dinero pude empezar a viajar. Conocí varios países de Asia, también estuve en el Levante Mediterráneo y en varios países de Europa y pude ver qué se estaba haciendo en otros sitios y qué quería hacer”.
La apertura de “Casa Ramonet” coincidió con la pandemia de covid. “Abrí el 20 de abril, justo después de la cuarentena. Opté por la capitalización del paro, lo recibí todo de golpe y me lancé. No pude recibir la ayuda del Cedesor porque no tenía suficiente dinero para hacer la inversión que requería y contacté con el Inaem, que me pasó el plan de empresa. Pude pedirles dinero a mi abuela y a mi abuelo, a mi abuela por parte de madre y a mi abuelo por parte de padre y me lancé”, recordó sobre la puesta en marcha. Las restricciones de movilidad de la pandemia, en un sitio turístico como el Valle de Benasque, dificultaron los comienzos. “El primer invierno fue bastante duro y no pude acceder a subvenciones de reducción de actividad porque no existía una actividad previa, así que superado ese invierno, dije, para adelante”.
En “Casa Ramonet” pueden adquirirse los jabones artesanos del Remós, mermeladas de la zona, chocolates de proximidad y muchos otros productos artesanos, de calidad y de cercanía. Su iniciativa genera pues “sinergias” con iniciativas que comparten la misma filosofía. “Creo que hay mucho movimiento pero también hay mucha población flotante porque las condiciones del propio trabajo y la vivienda impiden a la gente enraizarse a menos que vengan de una familia de Benasque. Aún así, sí que encuentro que está habiendo un cambio generacional muy grande y estamos cuidándonos unas a otras porque además está siendo muy por parte de las mujeres que están poniéndose al frente de los negocios familiares”, concluyó con moderado optimismo de cara al futuro. “Creo que me encantaría ver que la gente que está queriendo apostar por el territorio tuviera más facilidad para poder hacerlo”.



