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Menos asfalto y más vida: ciudades que recuperan naturaleza para adaptarse al calor extremo

Acuciados por unas olas de calor que se intensifican con el paso del tiempo, cada vez más ayuntamientos abrazan una estrategia que hace no mucho tiempo parecía tabú: invertir en quitar hormigón y asfalto, en lugar de poner más. ‘Destapar’ ríos urbanos, convertir aparcamientos en microparques o llenar de verde los patios escolares son algunas de las recetas que se están impulsando para introducir la naturaleza en las ciudades y hacerlas más habitables ante la crisis climática.

Ningún rincón de la península se libra de esta necesidad, como han demostrado los récords de calor alcanzados este año en lugares como Galicia, que vive una sequía histórica que ha obligado a aplicar restricciones de agua. “Este mes de julio la gente se rifaba por encontrar un árbol con el que bajar las temperaturas en el centro urbano”, apunta el concejal de Desarrollo Sostenible de Pontevedra, Iván Puentes. “Es un panorama que no conocíamos en un país tan verde como este.”

Su ciudad es una de las que ha apostado por invertir en espacios verdes y en el cuidado de la biodiversidad para adaptarse a los extremos de un mundo cada vez más caliente, lo que se conoce como soluciones basadas en la naturaleza. Los fondos europeos han levantado esta ola de renaturalizaciones urbanas, con 58 millones de euros concedidos a 18 proyectos. Una muestra del boom de interés es que, de las 152 ciudades con más de 50.000 habitantes que podían optar a las ayudas repartidas por la Fundación Biodiversidad del MITECO, se han presentado 99 candidaturas.

En Pontevedra, esa inyección económica de los fondos europeos servirá para ganar un río: el Ayuntamiento destapará medio kilómetro del cauce del Gafos, un río que atraviesa el centro de la ciudad pero que fue sepultado bajo una losa de hormigón a mediados del siglo XX. “Estaba muy degradado y se consideró que la manera de mejorar urbanísticamente la ciudad era ocultar el río y tapar eso que olía mal y estaba feo”, explica este concejal socialista.

Hasta hace solo cinco años, asegura Puentes, el Gafos sufría vertidos de aguas fecales y desde el alcantarillado. Una vez limpio, el siguiente paso era sacarlo a la luz para revivirlo. El plan, demandado durante años por ecologistas y vecinos, incluirá un parque junto al río con sendas peatonales y ciclables.

“Un río recuperado y saneado es el mejor y mayor homenaje que la ciudadanía puede darle a su ciudad”, dice el presidente de la asociación Vaipolorio, Gonzalo Sancho. “La naturaleza tiene una gran capacidad de regeneración, si se la deja. Con luz solar y aguas puras será lo que fue antes de los años 60”.

Atravesar la ciudad sin salir de la sombra

“Cuando hablamos de renaturalizar cauces fluviales o espacios degradados, estamos hablando de un control natural de la temperatura en las ciudades”, dice Iván Puentes. Los árboles, los arbustos y las plantas son una salvación ante el calor, protegiendo el suelo de los rayos directos del sol y dispersando humedad. Con una gran avenida de asfalto, o una plaza cubierta de hormigón y cemento sobre la que el sol cae a plomo, se obtiene todo lo contrario: generar el famoso efecto de la isla de calor urbana.

Es algo que se ha registrado en multitud de lugares, como en Lleida. “En situaciones de ola de calor hemos podido medir diferencias de 13 grados centígrados entre zonas urbanas que tienen mayor presencia de vegetación y arbolado denso, y zonas con grandes extensiones asfaltadas y sin arbolado”, asegura la coordinadora de Ecología y Sostenibilidad de la ciudad, Esther Fanlo Grasa.

La estrategia de Lleida, que también ha conseguido fondos Next Generation para un proyecto de renaturalización, es crear corredores verdes con grandes árboles, trayectos por los que un peatón podría recorrer la ciudad de un extremo a otro sin que le falte una sombra bajo la que cobijarse, cuenta Fanlo.

Se empezará por rediseñar dos tramos de calles, de 25 y 50 metros de anchura, que hoy son poco más que un aparcamiento de coches. “Se trata de ensayar en nuestra ciudad un modelo de calles diferentes, que estén diseñadas para poder jugar, pasear o simplemente descansar en un entorno con mayor presencia de elementos naturales”, explica.

Además de árboles, plantarán arbustos y otras plantas que atraigan a los polinizadores y a las aves, sustituyendo superficies duras como asfalto o cemento por otras permeables donde se pueda infiltrar agua al suelo. La pérdida de suelo es un grave problema ambiental asociado al crecimiento de las ciudades: según datos de la Comisión Europea, la superficie urbana en la UE ha crecido un 78% desde mediados de la década de 1950, aunque la población solo ha crecido un 33% en el mismo periodo.

Más barato que una rotonda

Aunque la evidencia a su favor es abrumadora, hay quienes siguen sin ver la necesidad de estas acciones. “El día que presentamos el proyecto se me acercó una vecina muy airada a protestar, diciendo que el día que destapásemos el río iba a haber plagas de mosquitos y ratas, e iban a morir los niños porque se iban a caer al río”, recuerda el concejal de Pontevedra.

A pesar de esas opiniones que todavía perduran, la acogida ciudadana de estas medidas suele ser muy buena, según explica el experto en biodiversidad urbana de SEO/BirdLife, Ignacio Fernández. “En relación a cualquier otro gasto en obras, es muy económico y son proyectos que tienen un gran alcance para mejorar la calidad de vida de los vecinos”, explica este biólogo que vive en Santander.

Allí llevan 12 años colaborando con el ayuntamiento para introducir la biodiversidad en los parques urbanos, con medidas como la creación de charcas para anfibios o la colocación de cajas nido, en las que suelen contar con voluntarios. También recuperaron un humedal natural en el Parque de las Llamas, una zona verde donde se ha disparado el número y la abundancia de aves; de 20 especies de media en los censos se ha pasado a observar más de 30. Según Fernández, el coste de todas las acciones que han desarrollado estos años en Santander “es menos de lo que cuesta una rotonda”.

Ahora van a multiplicar esos esfuerzos dentro de un proyecto liderado por el ayuntamiento (junto al Departamento de Geografía, Urbanismo y Ordenación del Territorio de la Universidad de Cantabria, la Fundación para la Investigación del Clima y la Asociación AMICA), con una veintena de acciones y un presupuesto de unos tres millones de euros. Por ejemplo, se convocará un concurso abierto entre los colegios para dedicar algo más de 300.000 euros a renaturalizar tres patios y jardines escolares.

“La mayoría de la población vive en ciudades, y es allí donde la podemos reconectar y convencer sobre los problemas que tiene la naturaleza y su necesidad de conservación”, asegura el biólogo, que comenzó su carrera trabajando con osos pardos en Somiedo pero ahora es un loco de la fauna urbana. La foto de su perfil de Whatsapp es un autillo, el búho más pequeño de Europa. Uno de sus problemas es la falta de huecos donde criar, así que en Santander se han colocado cajas nido en las que ya han criado dos centenares de parejas, y se están extendiendo a nuevos parques urbanos. En julio organizan safaris nocturnos con familias, que se sorprenden al descubrir ese vecino del barrio.

Para Fernández, el caso del autillo demuestra que los proyectos para recuperar la biodiversidad en las ciudades no son ningún adorno: el pequeño búho ha sufrido un fuerte declive en Europa y está considerado como vulnerable en el Libro Rojo de las Aves de España.

Y esta ola de renaturalizaciones podrá seguir cogiendo impulso a finales de año, porque ante el interés de los ayuntamientos, el MITECO se ha comprometido a dedicar otros 62 millones de euros de los fondos europeos a nuevos proyectos.

“En un mundo con tantísimas personas, y donde nuestra influencia llega a casi todos lados, es necesario hacer un cambio y conservar la naturaleza en todos los lugares, incluidos esos aparentemente más hostiles como son las ciudades”, incide.

Fuente: El Diario. Guillermo Prudencio

 

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