Las ciudades atrapan el calor durante el día y lo expulsan por la noche. Ese fenómeno, ampliamente respaldado por numerosos estudios, se conoce como isla de calor y provoca que en el entorno urbano se registren temperaturas más altas que a las afueras. Pero incluso dentro de una ciudad como Madrid, su impacto es desigual: “Hemos encontrado que hay zonas donde la población se encuentra en mayor riesgo de sufrir pobreza energética porque vive en las zonas más cálidas y además están en mayor situación de vulnerabilidad porque tienen menores rentas”, explica Carmen Sánchez Guevara, doctora arquitecta y profesora en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de la Universidad Politécnica de Madrid, y parte del grupo ABIO (Arquitectura bioclimática en un entorno sostenible) que lleva años monitorizando este fenómeno.
En 2017, este equipo desplegó 20 sensores en la capital para medir la desigual incidencia de la isla de calor. Los barrios más afectados se localizaron en el centro de la ciudad, donde se llegaron a detectar diferencias de hasta 8 grados por la noche respecto al aeropuerto de Barajas, pero cuando cruzaron otros indicadores sociales las zonas más vulnerables a las altas temperaturas se situaron en el sur, en distritos como el de Usera, Carabanchel y Puente de Vallecas.
Hay varios elementos de las ciudades que intensifican la isla de calor: los materiales, la geometría urbana y el tipo de edificaciones, entre otros. En este vídeo identificamos algunos de ellos en un recorrido por el centro de la ciudad y el barrio de San Diego, en Puente de Vallecas. “Favorecemos la captación y acumulación del calor, reducimos su disipación del calor y generamos mucho más calor dentro de las ciudades”, explica el doctor arquitecto Miguel Núñez, también miembro del grupo ABIO.
Noticia completa en El País. Antonio Nieto. Luis Manuel Rivas. Julia Jiménez