Los pueblos y ciudades son espacios donde se suceden constantemente procesos de cambio que requieren de la creatividad, innovación y colaboración de todas las personas que los habitan y trabajan. En este contexto, es importante abordar los retos actuales y futuros que estos lugares han de abordar, como es el caso de los relativos a la salud en los entornos habitados propios del siglo XXI.
A través de la experimentación y de la prueba de distintas soluciones, es posible equilibrar las diferentes dimensiones alrededor de la vida social y urbana, la salud, el bienestar personal y colectivo y la calidad de vida.
Por tanto, y en el marco de esta búsqueda por mejorar los entornos habitados, es necesario plantear propuestas para conseguir un nuevo reparto del espacio público, consiguiendo así entornos más saludables e inclusivos. Estos han de ser mudables, adaptativos, accesibles e igualitarios, de usos múltiples y con una densidad de actividades suficiente para sostener la complejidad de la vida urbana. Igualmente, aquellos enclaves no incluidos dentro de la definición exacta del espacio público (todo lugar exterior en la urbe donde cualquier persona puede estar y circular libremente en todo momento), pero que igualmente cumplen una función de provisión de servicios y bienes básicos y mantienen espacios exteriores, son considerados como aptos para formular en ellos soluciones innovadoras.
A su vez, la Administración Local mantiene un gran protagonismo en la construcción, junto con la ciudadanía, de una ciudad más saludable, que asuma el cambio espacial y social tan acelerado en la actualidad y que apueste por la diversidad que debe darse en la vida cotidiana.
La herramienta presentada en esta Guía es definida como urbanismo táctico. Se trata de un mecanismo de intervención física en el espacio público que establece soluciones de aplicación a corto plazo y con posibilidad de insertar cambios en caso de ser necesario. De esta manera, se permite generar dinámicas innovadoras dentro del ecosistema local y, al mismo tiempo, visibilizar problemáticas que atienden a la calidad y estado del espacio público. Son acciones puntuales, en muchas ocasiones experiencias piloto, al ser un concepto todavía en desarrollo e implementación en el amplio decálogo de herramientas que toda administración local tiene a su alcance. No obstante, paulatinamente los conocimientos y aprendizajes compartidos sobre el urbanismo táctico son cada vez más habituales y evidencian una función beneficiosa sobre la comunidad afectada en concreto y sobre las redes sociales de pueblos y ciudades en general.
Por su parte, ONU-Habitat define el urbanismo táctico como un proceso colaborativo para recuperar el espacio público y maximizar su valor compartido. Se realiza a través de intervenciones ligeras, de bajo costo y rápida implementación para explorar alternativas de mejora de los espacios. Si las intervenciones traen beneficios y cambios positivos para la población, podrían realizarse de manera permanente1 .