El hidrógeno es el material de las estrellas y el Sol. Es el elemento más abundante del Universo. Se puede producir a partir de materias primas limpias, y con métodos no contaminantes. Puede ser utilizado sin emisiones de CO2 ni de otros contaminantes, dejando tras de sí tan solo agua.
Cantidades ingentes de hidrógeno limpio podrían propulsar aviones, barcos, trenes, camiones, autobuses y automóviles. El hidrógeno podría servir de materia prima en todo tipo de industria, desde la química a la acerera. Podría servir para almacenar el exceso de electricidad renovable. Y podría incluso reemplazar al gas fósil en la calefacción de nuestros hogares. Una nueva economía del hidrógeno podría estar a punto de nacer.
Quizás, los lectores de una cierta edad tendrán seguramente una sensación de déjà-vu al leer las líneas anteriores. En los años setenta, tras la crisis del petróleo; y en los últimos años del siglo XX y primeros del XXI, con la toma de conciencia con respecto al cambio climático, ya se les dijo que el hidrógeno era el vector energético del futuro. Que el hidrógeno estaba a punto de cambiarlo todo. Y no sucedió.
La historia se repite. En los últimos años, a medida que tomamos conciencia de la necesidad de deshacernos rápidamente de los combustibles fósiles, algunas voces alaban de nuevo al hidrógeno como la panacea para todos los desafíos energéticos. La solución milagrosa que nos permitirá seguir casi como hasta ahora, con la única diferencia de que por las venas del sistema económico correrá hidrógeno, en lugar de hidrocarburos.
¿Será distinto esta vez? ¿O seguirá el hidrógeno siendo eternamente la energía del futuro? Seguramente esta vez sea distinto. El mundo ha cambiado mucho, y la transición energética se toma actualmente mucho más en serio que hace dos, tres, o cinco décadas.
Pero con mucha probabilidad, el rol del hidrógeno en dicha transición será mucho más limitado de lo que el debate público actual, y algunos actores en particular, nos hacen pensar. En su afán por promover las soluciones basadas en el hidrógeno, o simplemente por puro optimismo, algunos actores obvian sus limitaciones, y emplean argumentos que no siempre son válidos ni certeros. Esto es especialmente evidente en las conversaciones sobre el uso del hidrógeno para calefacción.
Bajo este enfoque publicamos este Cazamitos del Hidrógeno, una iniciativa que analiza los mitos sobre los que se construye la propuesta de utilizar hidrógeno para la calefacción de nuestros hogares. ¿Es el hidrógeno realmente una energía limpia? ¿Nos ayudará a reducir de forma significativa las emisiones de CO2 ? ¿Estamos preparados para su utilización? ¿Tiene sentido utilizarlo para calefacción, o existen mejores alternativas?
En la segunda parte del informe, examinaremos además una serie de falsas creencias en torno a la bomba de calor, una de las soluciones más plausibles para la descarbonización de la calefacción. ¿Funcionan bien las bombas de calor? ¿Son caras? ¿Reducen realmente las emisiones de CO2 ? ¿Está el sistema eléctrico preparado para ellas?
Apoyándose en la abundante literatura existente, este informe intenta aportar su granito de arena al debate sobre la descarbonización de la calefacción, un sector clave para alcanzar los objetivos climáticos. Su objetivo no es ni más ni menos que contribuir a que el cambio energético que necesita el país se realice sobre unas bases sólidas.
