Los desastres climáticos están cada vez más presentes en todo el mundo (IPCC, 2022). Las comunidades no solo lidian con riesgos que se van desarrollando poco a poco, como el aumento del nivel del mar o el incremento de temperaturas, sino también con fenómenos extremos y más inmediatos, como inundaciones, olas de calor o incendios forestales. En el caso de España, el panorama climático apunta a un futuro con más eventos de este tipo, y con mayor intensidad.
El bienestar de las personas que viven en las zonas afectadas se ve comprometido debido al grado de exposición y vulnerabilidad ante estos fenómenos. Y aquí entran en juego factores sociales, económicos y culturales que marcan la magnitud del daño (Habtezion, 2016). Por ejemplo, las desigualdades sociales agravan los impactos de las crisis climáticas, dejando a ciertos grupos más desprotegidos (Vera y Sordi, 2021); como sucede en las ciudades, donde al concentrar más población, especialmente colectivos frágiles, se multiplican los focos de vulnerabilidad frente a olas de calor, sequías, inundaciones o incendios (Sanz y Galán, 2021).
Entre los factores que influyen en esta vulnerabilidad, la desigualdad de género destaca como uno de los más determinantes; las mujeres suelen estar más expuestas y afectadas por los impactos climáticos. También la edad juega un papel importante, puesto que tanto la infancia como las personas mayores tienen riesgos específicos vinculados a su salud, desarrollo y educación.
Para abordar esta situación, es fundamental fortalecer la capacidad de adaptación y resiliencia de las personas ante eventos extremos, pero también en la vida diaria. La adaptación trata de reducir la exposición y la vulnerabilidad frente a los riesgos climáticos; mientras que la resiliencia implica la habilidad para enfrentarlos y salir adelante (Talbot-Wright y Vogt-Schibl, 2023). La cuestión que se plantea entonces es cómo lograr que la adaptación forme parte de nuestros estilos de vida o, invirtiendo la pregunta, cómo lograr estilos de vida adaptados a la situación de emergencia climática. El estilo de vida va más allá de lo económico, en cuanto a los gastos y el consumo, e incluye desde el cuidado de personas, las actividades de ocio, el voluntariado o activismo (UNEP, 2022). Aquí es donde la participación comunitaria resulta esencial para impulsar una gobernanza climática que sea efectiva, puesto que la ciudadanía tiene un rol clave a la hora de promover soluciones sociales y adaptativas (IPCC, 2022).
En España, la investigación sobre iniciativas ciudadanas que abordan la adaptación al cambio climático es todavía incipiente, pero cabe destacar el proyecto RESCITIES (Satorras et al., 2020). Estudiar cómo diferentes colectivos se organizan frente a los riesgos climáticos de su entorno permite identificar soluciones prácticas, muchas veces basadas en el conocimiento local. Además, entender estas iniciativas ayuda a visibilizar buenas prácticas, evaluar su impacto y replicarlas en otros lugares, fomentando una mayor resiliencia frente a los desafíos climáticos y promoviendo la participación ciudadana en decisiones ambientales. Estas acciones pueden (y deben) complementar las políticas públicas, aportando enfoques innovadores y sostenibles que nacen directamente de las comunidades.
En este contexto, nuestro estudio, «Integrar la adaptación y la resiliencia ante los riesgos climáticos en los estilos de vida: iniciativas ciudadanas ejemplares. CLIMACTIVA», analiza las estrategias de once colectivos de distintas regiones de España que dan respuesta a los cuatro principales riesgos climáticos: incendios forestales, inundaciones, olas de calor y sequías.
La selección de casos ha respondido al carácter eminentemente autoorganizado y participativo de las iniciativas, es decir, que su reacción a la amenaza ha sido independiente de las administraciones públicas. Y aunque cada experiencia está relacionada con un riesgo específico, muchas de ellas tienen un enfoque más global, trabajando varios de estos problemas al mismo tiempo. Por ejemplo, crear zonas verdes no sólo ayuda a combatir las olas de calor, sino que también mejora la capacidad del suelo para retener agua, reduciendo el impacto de posibles inundaciones.
Consideramos que la experiencia acumulada por estas iniciativas es una fuente de conocimiento de gran valor. Partiendo de una mirada local, sus propuestas son más efectivas y adaptadas a la realidad; fortalecen las comunidades para enfrentar los retos del cambio climático, y promueven soluciones que marcan la diferencia por su eficiencia.
Acceso al documento divulgativo
Acceso a la propuesta educativa
Acceso a orientaciones para incorporar el enfoque de género en las iniciativas ciudadanas