La pérdida y el desperdicio de alimentos tienen numerosas implicaciones para los desafíos más urgentes de nuestro tiempo. A lo largo de las cadenas de valor que vinculan la producción agroalimentaria con el consumo de alimentos se registran niveles significativos de pérdidas y desperdicio de alimentos. Al mismo tiempo, hay cientos de millones de personas subalimentadas en el planeta y miles de millones que no pueden permitirse una dieta saludable. La pérdida y el desperdicio de alimentos tienen grandes repercusiones en la crisis climática, así como consecuencias socioeconómicas, y ejercen una inmensa presión sobre los recursos naturales, los ecosistemas y la biodiversidad del mundo, lo que pone en peligro nuestra capacidad para garantizar la seguridad alimentaria y los medios de vida de generaciones futuras sin superar umbrales críticos de la sostenibilidad del planeta que compartimos.
La transformación de los sistemas agroalimentarios es fundamental para cumplir la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible. Unos sistemas agroalimentarios deficientes y menos estilos de vida basados en la ciencia generan pérdidas y desperdicio de alimentos. La reducción de la pérdida y el desperdicio de alimentos es una de las medidas concretas necesarias para transformar nuestros sistemas agroalimentarios en favor de las personas, el planeta y la prosperidad.
En el Código de conducta voluntario para la reducción de las pérdidas y el desperdicio de alimentos, aprobado por los Miembros de la FAO, se establece un marco genérico de medidas y principios rectores para reducir la pérdida y el desperdicio de alimentos y apoyar simultáneamente la transformación de los sistemas agroalimentarios a fin de hacerlos más eficientes, más inclusivos, más resilientes y más sostenibles.
Los gobiernos pueden usar el marco proporcionado por el Código de conducta como base para elaborar estrategias, políticas y leyes, que son elementos fundamentales de los paquetes de intervenciones dirigidas a reducir la pérdida y el desperdicio de alimentos de forma eficaz y sostenible en los planos nacional y regional. El marco puede servir asimismo para formular programas de reducción de las pérdidas y el desperdicio de alimentos y para preparar directrices técnicas destinadas a profesionales de estos ámbitos.
El Código de conducta se elaboró mediante un proceso participativo e inclusivo de abajo arriba, que comprendió consultas con una amplia variedad de partes interesadas pertinentes en todo el mundo y condujo a la formulación de principios y orientación consensuados, de interés mundial pero adaptables a las circunstancias locales, que se recogen en el Código.
Este instrumento internacional, muy oportuno y necesario, contribuirá a acelerar los progresos hacia la consecución de la meta 12.3 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, esto es, “reducir a la mitad el desperdicio de alimentos per cápita mundial en la venta al por menor y a nivel de los consumidores y reducir las pérdidas de alimentos en las cadenas de producción y suministro, incluidas las pérdidas posteriores a la cosecha”. La urgencia del momento está clara, considerando que nos quedan ocho años para alcanzar esta meta en un contexto que ha pasado a ser aún más problemático debido a crisis y factores de estrés como la pandemia de la enfermedad por coronavirus (COVID-19), recesiones económicas, la crisis climática, conflictos y otras emergencias humanitarias.
Los Miembros de la FAO deben ahora afrontar el desafío de establecer un enfoque sistemático para aplicar el Código de conducta. Trabajando en colaboración con todos los asociados y partes interesadas, la FAO está firmemente comprometida a respaldar estos esfuerzos, en consonancia con nuestro objetivo de contribuir a la Agenda 2030 mediante la transformación de los sistemas agroalimentarios para conseguir una mejor producción, una mejor nutrición, un mejor medio ambiente y una vida mejor para todos sin dejar a nadie atrás.