Dentro del contexto actual de cambio climático, la lucha contra los impactos en salud de las temperaturas —cada vez más elevadas y que se traducen en olas de calor más frecuentes, intensas y extensa es una prioridad para los servicios de salud pública. Proteger la salud de los grupos más vulnerables a los efectos del calor ha conducido a la realización de numerosos estudios a nivel internacional con el objetivo de que sus resultados puedan ser incorporados a los planes de prevención de manera eficiente, tanto a nivel de identificar grupos de especial vulnerabilidad como a nivel de mayor especificidad geográfica. Son múltiples los factores locales, y no sólo climáticos, sino también de carácter social y demográfico como la estructura poblacional, las infraestructuras públicas y privadas, los servicios sanitarios disponibles, el nivel socioeconómico y muchos otros los que pueden modificar el impacto de las temperaturas extremas en la salud de la población e influir de forma determinante también en los procesos de adaptación.
En el año 2015 el Ministerio de Sanidad Servicios Sociales e Igualdad (MSSSI) actualizó el Plan de Prevención ante altas temperaturas. El grupo de investigación que presenta esta memoria fue el encargado de la determinación de las temperaturas de activación del citado Plan, basándose en los umbrales de disparo de la mortalidad calculados a nivel de capital de provincia que se establecieron dentro del proyecto ENPY 1001/13. Este plan se basa en la existencia de una única temperatura máxima diaria a nivel provincial que una vez superada, provoca la puesta en marcha del sistema de alerta frente a altas temperaturas en salud pública. Sin embargo, en la búsqueda de la eficiencia del Plan de Prevención, muy pocos estudios abordan la problemática del impacto de los extremos térmicos a nivel inferior al provincial, cuando es conocido que dentro de una misma estructura administrativa definida como provincia se manifiestan diferentes tipos de condiciones climatológicas y además su evolución dentro del contexto climático actual puede ser muy diferenciada.
Existe un estudio piloto realizado en Madrid donde en vez de considerar el impacto de una sola temperatura a nivel provincial se calcula el impacto sobre la mortalidad definiendo 3 zonas isoclimáticas (ZI) dentro de la misma provincia, estas zonas ya están definidas previamente por la Agencia Estatal de Meteorología española (AEMET) en su regionalización de todo el territorio estatal conocido como zonas de Meteoalerta (zonas geográficas constituidas por áreas de territorio homogéneas según el comportamiento climático de diferentes variables meteorológicas, contenidas dentro de una misma provincia con fines de predicción meteorológica).
Los resultados obtenidos de este análisis arrojaron resultados excelentes desde el punto de vista de la gestión en salud pública. En primer lugar, sobre el número de alertas generadas y, en segundo lugar, en cuanto al impacto derivado. Es decir, se produjo tanto una disminución del número de alertas como en la disminución de las posibles muertes atribuibles al calor. No es usual encontrar en la literatura de referencia un gran número de evidencia científica a este nivel de especificidad geográfica que evalúe la mejora de los planes de prevención frente a las olas de calor. En una zona como el sur de Europa donde los fenómenos meteorológicos extremos se están intensificando cada verano, resulta de gran interés evaluar herramientas que mejoren el funcionamiento de los citados planes. Si las zonificaciones por temperaturas isoclimáticas establecidas coinciden con las alertas sanitarias en episodios de olas de calor, la prevención de los impactos será más eficiente también en cuanto a comunicación a la población y a los profesionales de la salud. Emitir alertas de peligro por calor sólo cuando es necesario en base a la evidencia contribuye a una mayor credibilidad de los esfuerzos de prevención.
