Este documento pretende:
- Contribuir al conocimiento sobre el fenómeno de la desinformación climática. –
- Crear un espíritu crítico frente a los bulos y la desinformación.1
- Aportar herramientas para la detección de información falsa o engañosa (Anexo 1 y Anexo 3).
- Evitar que personas e instituciones se conviertan en colaboradores involuntarios de las campañas de desinformación.
- Proporcionar consejos para prevenir interferencias negativas de la desinformación en las iniciativas de adaptación al cambio climático
La información nos abre oportunidades. La desinformación, por contra, nos pone en peligro. Porque no nos permite adquirir una conciencia cabal de aquello que nos amenaza ni dar las mejores respuestas para protegernos.
La desinformación hace, por ejemplo, que se subestimen los riesgos climáticos, interfiere en las respuestas por parte de las autoridades, o impide que las personas adopten las medidas de prevención y autoprotección adecuadas.
La desinformación puede ser especialmente peligrosa en situaciones de crisis. En el transcurso de la DANA2 que afectó a la Comunidad Valenciana a finales de octubre de 2024 y en los días posteriores, circularon más de un centenar de bulos por las redes sociales. Algunos eran inofensivos, pero otros pusieron a la población en peligro como los bulos sobre el falso colapso de infraestructuras, sobre interrupciones de suministro en zonas donde esto no estaba ocurriendo, etc.
Los bulos, las mentiras deliberadas, son una de las herramientas más extendidas de las campañas de desinformación. En ocasiones la información errónea es el resultado de la confusión que se genera durante una situación crítica.
Cuando estos errores se han cometido sin mala voluntad normalmente se tratan de subsanar con inmediatez. Sin embargo, muchos bulos son el resultado de comportamientos personales irresponsables: proceden de personas que desean hacer daño o provocar el caos de forma premeditada. Y también hay bulos que forman parte de campañas de desinformación bien coordinadas, orientadas a defender causas políticas o intereses económicos. Cuando se buscan las causas de la desinformación se suele pensar en aquellos que la crean —quiénes son, qué intención tienen, cuál es el beneficio que obtienen, etc.—, pero también es necesario poner el foco en quienes la reciben. ¿Por qué damos por buenas (incluso difundimos) historias falsas que en ocasiones tienen una verosimilitud escasa? ¿Cómo podemos evitar alimentar un fenómeno que puede ponernos en peligro a nosotros y a las personas que nos rodean?