La agricultura constituye uno de los logros más transformadores de la humanidad. Permitió el surgimiento de civilizaciones, sostuvo a poblaciones cada vez más numerosas y dio forma a los territorios de los que dependemos hoy. Es un testimonio de nuestro ingenio colectivo, nuestra cooperación y nuestra capacidad de adaptación.
Sin embargo, el propio éxito de la agricultura ha acarreado nuevos desafíos. La tierra que nos ha sostenido durante mucho tiempo está ahora sometida a presión. La expansión de la agricultura sigue siendo la causa principal de la deforestación en todo el mundo. En algunas regiones, las tierras de cultivo siguen expandiéndose a expensas de los bosques y pastizales mientras que, en otras, se abandonan tierras debido a la degradación. Actualmente, casi 1 700 millones de personas viven en zonas donde la degradación de las tierras ocasiona pérdidas de rendimiento y aumenta la inseguridad alimentaria. Estos efectos se distribuyen de forma desigual: en los países de ingresos altos, la degradación suele quedar enmascarada por el uso intensivo de insumos, mientras que en los países de ingresos bajos, especialmente en el África subsahariana, las brechas de rendimiento se deben a un acceso limitado a los insumos, el crédito y los mercados. La convergencia de tierras degradadas, pobreza y malnutrición crea focos de vulnerabilidad que exigen respuestas urgentes, específicas e integrales.
El informe El estado mundial de la agricultura y la alimentación (versión resumida) de este año se centra en la degradación de las tierras, una amenaza creciente para la productividad agrícola, la seguridad alimentaria y la resiliencia de los ecosistemas. En él se presentan nuevos datos comprobados sobre los costos económicos de la degradación y el potencial de recuperación en todas las escalas de producción agrícola. Desde los pequeños productores que gestionan parcelas marginales hasta las explotaciones comerciales a gran escala que explotan vastas extensiones de tierra, en el informe se destaca la manera en que inversiones específicas y prácticas sostenibles pueden contribuir a la productividad de la tierra y reforzar la resiliencia de los sistemas agroalimentarios. En el informe también se proporcionan estimaciones mundiales actualizadas del número de explotaciones y la distribución de las tierras, con nuevas perspectivas acerca de quién produce qué.
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