La aspiración de impulsar y coordinar las actuaciones en materia de Educación Ambiental (en adelante EA), en un territorio concreto ha sido un objetivo constante en la trayectoria histórica de la EA desde sus inicios. Un objetivo que se ha traducido en distintos tipos de documentos, con diverso alcance y formato, normalmente impulsados por la administración y, como no podría ser de otra manera, adaptados al contexto en el que se elaboraban.
En el caso concreto del Estado español, el vacío existente a todos los niveles de la administración (municipal, autonómico y estatal), es identificado y analizado en las I, II y, sobre todo, las III Jornadas de EA en España, donde, además de los debates sobre los referentes teóricos, los contenidos y las metodologías a emplear en la EA, emerge una exigencia generalizada para contar con un marco estratégico que guíe las crecientes actuaciones de EA en todo el Estado; más aún en un contexto de adaptación a la nueva normativa ambiental europea y a la rapidez de los cambios socioeconómicos de final de siglo.
El resultado de este clima de efervescencia fue el Libro Blanco de la Educación Ambiental en España. Se trata de un documento con un dilatado proceso participado de elaboración y espíritu de consenso, que recoge tanto los objetivos y principios básicos que pretenden orientar la EA, como los instrumentos de que dispone. El punto de inflexión que supuso su aprobación no sólo sentó las bases del desarrollo estructural de la EA, sino que abrió un proceso de reflexión generalizado sobre el estado de la EA en las distintas escalas de la administración pública o la necesidad de otros documentos estratégicos a nivel autonómico. Así mismo, se convirtió en un tópico alrededor del que aunar esfuerzos e ilusiones y, con los primeros pasos dados, también identificar obstáculos y barreras de todo tipo.
Como resultado de todos estos procesos simultáneos se elaboraron y aprobaron muchas estrategias autonómicas de EA, deudoras del Libro Blanco pero también sujetas a sus propios contextos. Sampedro y García (2006: 21), recogen esta heterogeneidad hablando de estrategias precoces y tardías, obedientes y rebeldes, individuales y colectivas, estrategias que se han perdido por el camino, otras que nadie sabe dónde se encuentran, algunas que todavía no han visto la luz, o que están en en pleno proceso de concepción… Documentos que, en cualquier caso, sirvieron, sobre todo, para que, en los espacios articulados para su elaboración, los educadores y educadoras ambientales se encontraran, debatieran e incluso se relacionaran con otros sectores y grupos de interés.
Este sumatorio de documentos estratégicos tuvo continuidad, con mayor intensidad en los primeros años, hasta la llegada de la crisis financiera del 2008-2012. La primera década de las estrategias llegó a su fin con un cataclismo en el campo de la EA que no sólo supuso la expulsión de muchas educadoras y educadores ambientales de su actividad profesional, ya de por sí precaria, sino que frenó en seco los procesos abiertos de articulación del sector.
Tanto el tejido asociativo vinculado a la EA como su traducción en la estructura administrativa quedaron relegados a una posición periférica, económica y socialmente. Habría que esperar hasta la llegada de un nuevo impulso normativo, con la Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), y la mayor visibilidad de la crisis ecosocial, con protagonismo de la emergencia climática, para alumbrar la aprobación de nuevos documentos estratégicos de EA. Un proceso que culminaría con la elaboración y posterior aprobación del Plan de Acción de Educación Ambiental para la Sostenibilidad (PAEAS).
Se convierte así el PAEAS en el siguiente hito de la trayectoria estructural de la EA en el Estado Español. Su inmediata impronta se traduce en varios documentos estratégicos que lo toman como referencia. Un proceso que sigue en marcha.