La situación actual a nivel ecológico y social está determinada por la crisis en todas sus formas. La disponibilidad de energía fósil barata y su tecnología asociada nos ha permitido lo que nunca antes había sido posible: transformar los ecosistemas desde lejos, y a una escala sin precedentes. Aunque en los últimos años ha cobrado protagonismo la crisis climática, esta es solo una de las crisis que se interconectan, donde destacan también otras, como la pérdida de biodiversidad.
Tras décadas de un abuso que parece imperdonable, nos parece que lo máximo a lo que podemos aspirar es a “destruir menos”. Sin embargo, ya no es solo imprescindible conservar los ecosistemas, también es necesario restaurarlos. Esto no solo mejorará el estado de la naturaleza, sino que nos permitirá generar resiliencia ante fenómenos derivados del calentamiento global, como las inundaciones o las olas de calor. A pesar de esto, quedarnos ahí supone desaprovechar la oportunidad única de utilizar este proceso para recuperar también nuestra relación, como especie, con ese territorio. Además de planes, presupuestos y conocimiento científico, para acometer esto necesitamos abordar un cambio mucho más relevante: necesitamos que nos importe.
Sin embargo, como cualquier debate sobre el uso del territorio, la restauración de ecosistemas puede suponer conflictos, como estamos viendo en diferentes contextos y lugares. Desde Amigos de la Tierra consideramos que la restauración de ecosistemas es necesaria y urgente, pero queremos centrar nuestros esfuerzos en facilitar que esto -al igual que el resto de procesos de transición ecológica- se haga de forma participativa, contando con la voz y las manos de las personas implicadas, en un proceso mayor de recuperar el uso común de nuestros recursos naturales y de permitir que la vida aflore en todas sus formas.
Hemos escrito este informe con una visión en mente a la que nos referiremos de forma recurrente, que es lo que llamamos “gestión colectiva del territorio”. Pensamos en comunidades capaces de organizarse a sí mismas y mirar al territorio que las rodea, comprendiendo lo que necesita y planificando cómo materializarlo, desde relaciones de reciprocidad. Una comunidad a la que le importa su entorno y que busca movilizar los recursos a su disposición para transformarlo y conseguir un beneficio mutuo. Esto a veces supone construir, a veces supone restaurar, y a veces supone “dejar estar”.
Por ello, en colaboración con la Fundación Entretantos, hemos desarrollado este manual, en el que no podemos recoger todas las respuestas, pero sí algunas preguntas que se han hecho algunas comunidades que están convirtiendo la restauración de ecosistemas en una realidad. Del mismo modo, al igual que esperamos que inspire a otras personas que quieran ponerse manos a la obra, creemos que es imprescindible que las administraciones públicas garanticen el derecho a la naturaleza, para lo cual esperamos que este documento pueda ser útil, y brindar algunas claves sobre cómo pueden favorecer procesos participativos de diseño territorial.
 
															 
															