WWF España lleva más de 20 años promoviendo la prevención de incendios forestales. En junio de 2004, la organización publicaba su primer informe en el que analizaba las causas y ofrecía propuestas para reducir el impacto de los incendios en España. WWF, en aquel momento, ya ponía en evidencia las carencias en las políticas públicas, los insuficientes presupuestos destinados a prevención o la escasa atención al factor social, responsable del 95 % de los siniestros. Desde entonces, la organización ha publicado un nuevo documento cada año para trasladar a la sociedad información rigurosa sobre qué hay detrás de los incendios, con el fin de generar conciencia y responsabilidad ciudadana además de lograr un firme compromiso político.
En estos últimos 21 años, a pesar del incremento de la sensibilización pública y la eficiencia de los dispositivos de extinción, hemos sido testigos de la extrema intensificación y peligrosidad de los incendios forestales a escala global. Expertos en incendios advertían hace unos años que habíamos entrado en la era de los incendios que no se pueden apagar, porque son extremadamente rápidos y explosivos. Hoy, el problema se ha agravado y estamos entrando en la era del colapso, donde la simultaneidad de incendios extremos desborda la capacidad de extinción y amenaza la vida de las personas.
Esta peligrosidad extrema se debe en gran medida a la crisis climática, pero también a la intensa transformación del paisaje sufrida desde la segunda mitad del siglo pasado como consecuencia del abandono de usos y aprovechamientos tradicionales. Además, la despoblación rural, el incremento de la interfaz urbano-forestal y una sociedad cada vez más alejada del medio natural han supuesto el colofón en el nuevo paradigma de incendios extremos al que apuntan todas las proyecciones.
WWF repasa en este informe las razones que nos han llevado a esta intensificación límite, para lo que analiza cómo se ha transformado el paisaje, cómo ha evolucionado la sociedad y cómo se ha intensificado el clima —aspectos clave en la ocurrencia de incendios y su propagación—, así como las medidas públicas impulsadas desde entonces. El documento concluye con las principales lecciones aprendidas en estas dos décadas y las peticiones políticas para impulsar un modelo que considere los efectos de la crisis climática y la acumulación de combustible, además de priorizar inversiones para promover paisajes menos inflamables.