La economía circular se posiciona como una alternativa sostenible al predominante modelo económico lineal, que consiste en extraer recursos naturales en cualquier parte del mundo, para ser transformados en productos que posteriormente serán usados por consumidores y, finalmente, desechados una vez finalizadas su vidas útiles o reemplazados por nuevas versiones. La Comisión Europea es sin duda una de las instituciones más comprometidas con la inclusión de los principios de la economía circular en su agenda política (Alberich et al., 2023).
Los primeros pasos en materia de circularidad se remontan al último trimestre de 2015, momento en el cual se presentó el primer plan europeo bajo el título “Cerrar el círculo: un plan de acción de la Unión Europea para la economía circular” (Comisión Europea, 2015). Este plan enfatizó la minimización de la generación de residuos y la extensión, durante el mayor tiempo posible, del valor de los productos, materiales y recursos dentro de la economía.
La decidida apuesta por la circularidad de la economía europea no había hecho más que iniciar su carrera de largo recorrido. En marzo de 2020, se publicó un nuevo plan de acción renovado orientado a acelerar la transición hacia un modelo de crecimiento regenerativo que contribuyera a aumentar el uso de materiales reciclados y a reducir la huella de consumo (Comisión Europea, 2020). Además, recientemente la circularidad se ha posicionado dentro del seno europeo como uno de los impulsores esenciales de la estrategia de competitividad a largo plazo para fortalecer la resiliencia y la autonomía estratégica (Comisión Europea, 2023a).
Todos estos esfuerzos consolidan el trabajo iniciado con el plan de 2015 y establecen criterios sólidos hacia la mejora de la circularidad de los modelos de producción y consumo en Europa.