La gobernanza y la gestión de las áreas protegidas no se basan únicamente en una ciencia sólida, también dependen -como en la mayoría de las áreas conservadas- del apoyo social de las comunidades que valoran las tierras y las aguas porque son lugares emblemáticos de belleza excepcional, inspiración, bienestar mental, conocimientos tradicionales y expresión artística. Son los lugares arraigados en nuestra memoria, historia e identidad colectiva, los lugares de nuestra juventud en los que crecimos y en los que tuvimos experiencias especiales.
La relevancia cultural y espiritual de la naturaleza nos permite pertenecer a un lugar, establecer una conexión emocional, experimentar profundamente la naturaleza y desarrollar un sentimiento de apego y cuidado. A pesar de esta relevancia -y de los valores en los que se basa- rara vez se tiene en cuenta en la planificación, gestión y gobernanza de las áreas protegidas de una manera socialmente justa, práctica y sistemática.
Estas directrices ofrecen un enfoque para establecer un papel destacado para la relevancia cultural y espiritual de la naturaleza dentro de la gobernanza y la gestión de las áreas protegidas y conservadas. Intentan superar algunas de las dificultades causadas por los objetivos contrapuestos cuando se trata de la naturaleza y su conservación, en el contexto de la cultura. Lo hacen reconociendo la diversidad global de visiones del mundo, sistemas de gobernanza, religiones y lenguas que conforman las diferentes formas de entender la naturaleza. Por lo tanto, se ha realizado un gran esfuerzo para ir más allá de las epistemologías, conceptos, enfoques y lenguajes científicos positivistas dominantes que han conformado la práctica y la política de conservación convencionales hasta la fecha.
Además, estas directrices se aplicarán personalmente a muchos gestores de espacios protegidos, animándolos a ir más allá de las barreras conceptuales de la formación científica y esperamos que os sirvan de inspiración para integrar la relevancia cultural y espiritual de la naturaleza en todas las facetas de su trabajo.
Como ya dejó claro en 1993 el difunto Lawrence Hamilton, antiguo vicepresidente de la Comisión Mundial de Áreas Protegidas de la UICN: “Los científicos de la naturaleza no deben sentirse molestos ni negarse a tener en cuenta las cuestiones filosóficas porque ello mejoraría tanto la conservación de la biodiversidad como la cultura; no serán los científicos solos los que logren el estado de conservación deseado, sino cooperando con poetas, artistas y filósofos que afectan al comportamiento humano” (Hamilton, 1993, p. 1).
Estas directrices reflejan los objetivos de los Viajes de la Naturaleza a la Cultura, cadenas coordinadas de actos en conferencias y reuniones internacionales organizadas por las principales organizaciones de conservación del patrimonio natural y cultural del mundo. Se han emprendido para mejorar la colaboración entre la UICN, ICOMOS, ICCROM y otros, con vistas a aunar los conceptos de naturaleza y cultura para garantizar enfoques de conservación más integrados y eficaces.
Es nuestro deseo que las directrices ayuden aún más a crear vínculos entre naturaleza y cultura, reconociendo la relevancia cultural y espiritual de la naturaleza como fundamental para la conservación del patrimonio natural y cultural y en el trabajo de la UICN, ICOMOS, ICCROM y otros.