Probablemente, la transición ecológica sea una de las intenciones más escuchada en los discursos políticos de los últimos años. Son muchos los procesos enunciados que se abren al calor de esta formulación: transición energética, del modelo alimentario, descarbonización, economía circular… Sin embargo, a pesar de los esfuerzos que se han venido realizando en los últimos decenios, los resultados obtenidos hasta el momento no ofrecen perspectivas halagüeñas y coherentes con la dimensión y gravedad de la crisis. Posibilitar un presente y un futuro viable y justo para todos los seres humanos sitúa a la sociedad civil y, por supuesto, a los gobiernos y a las políticas, ante la obligación de impulsar grandes cambios hacia la sostenibilidad y la resiliencia en los próximos decenios. Una actuación que debe acelerarse, mantenerse en el tiempo y estar guiada por principios de equidad, justicia y democracia participativa.
Urge, nos dice la comunidad científica, acometer procesos de transformación que afectan, sobre todo, a las formas de organización social, de convivencia, de producción y de consumo. La crisis global que atravesamos es ecológica, pero también económica y social. Si la supervivencia digna es un objetivo prioritario para la política pública y la acción de los colectivos organizados, se debe avanzar en la adopción e implantación de medidas que consigan transformaciones efectivas, coherentes y proporcionales a la magnitud del desafío.
¿Hay condiciones para la generación de alianzas sociales, para el establecimiento de objetivos comunes hacia la reducción del impacto climático y alrededor del cuidado de la vida, la precaución, el diálogo, el reparto y la justicia? ¿Es posible apostar por herramientas políticas educativas, pedagógicas, económicas y culturales que afronten la emergencia civilizatoria desde la resiliencia? ¿Cómo hacerlo? ¿Sobre qué nuevo paradigma se puede construir una nueva ciudadanía comprometida con este cambio inaplazable?
Cualquier avance en esta línea supone una transformación cultural de hondo calado. Las transiciones deben ser procesos comprendidos, participados y compartidos. No pueden ser llevadas a cabo sin participación, diálogo y consenso social, ya que interpelan las percepciones dominantes sobre la esencia de la vida humana o las nociones de sociedad, bienestar, progreso o política.
Este trabajo surge de la convicción de que la extensión de los saberes ecosociales es un asunto crucial para que la sociedad se abra a la posibilidad de las transiciones justas. Al hablar de saberes ecosociales, nos referimos al conjunto de conocimientos, habilidades, prácticas, motivación, valores éticos, actitudes y emociones que permiten comprender el momento de encrucijada histórica en la que se haya la humanidad y evaluar las opciones – inhumanas algunas y esperanzadoras otras– que existen para enfrentarla e imaginar colectivamente alternativas. Estos saberes ayudarían, además, a frenar las soluciones inhumanas y a actuar políticamente con el propósito último de construir sociedades seguras para los seres vivos, resilientes y capaces de sostener el conjunto de la vida con dignidad y derechos.
Este proyecto se inspira en otras intervenciones y aprendizajes anteriores¹ y pretende explorar cómo perciben la crisis e imaginan sus soluciones personas adultas y diversas activistas en organizaciones sociales cuya prioridad no es la ecología.
El proceso ha sido dinamizado por el Foro de Transiciones, una asociación que funciona desde finales de 2013 como un think tank de composición transdisciplinar y de corte ecosocial. Su objetivo es construir una noción compartida sobre Transición Ecosocial Justa y tender puentes entre las agendas y organizaciones sociales con las cuestiones ecológicas y climáticas. Todo ello ha sido posible gracias al acompañamiento y financiación de la European Climate Foundation.