gobierno_aragon-logo

“Ya se identifican conexiones entre las olas de calor y el aumento de desórdenes emocionales”

Desde que existe el Plan Nacional de Actuaciones Preventivas de los Efectos del Exceso de Temperaturas sobre la Salud es posible hacer una estimación del impacto que tiene el calor en la cifra de fallecimientos. «La determinación de temperaturas umbrales, junto con el cálculo del riesgo asociado por cada grado en que la temperatura máxima diaria la supera, ha permitido calcular cuál es la mortalidad atribuible a las olas de calor en España», explica Cristina Linares (Madrid, 1977), científica titular en el Departamento de Epidemiología y Bioestadística de la Escuela Nacional de Sanidad del Instituto de Salud Carlos III. «En la primera década de los 2000, se produjeron 4.400 días con ola de calor, con una mortalidad atribuible de 13.000 muertes; es decir, unas 3 muertes al día de media provincial», apunta. Si una ola de calor pone en alerta a 30 provincias, ejemplifica, en un solo día fallecerán 90 personas por culpa de sus efectos. El reto es el siguiente: que esa mortalidad no se incremente con el aumento de la temperatura debido al calentamiento global.

Solo entre el 10 y el 15 de julio murieron 360 personas en España por culpa de la ola de calor, la segunda de este verano. Es una cifra elevada. ¿Será esta la tónica dominante de los veranos de los próximos años?

Las olas de calor de cada temporada estival serán cada vez más intensas y frecuentes. Este hecho no es novedoso, es una tendencia global ya alertada y consensuada hace muchos años por la comunidad científica en diferentes informes y publicaciones internacionales. Desde el punto de vista de la salud, hay que distinguir el impacto del calor en lo que se denomina «golpe de calor» y la morbi-mortalidad [la tasa de muertes en una población y en un tiempo determinados] atribuible a este calor. El golpe de calor es el efecto más inmediato sobre las personas, pero los efectos en la salud de las altas temperaturas van mucho más allá, abarcando un amplio rango de afectaciones en salud. 

Las cifras de fallecidos son el titular más llamativo, pero ¿qué otros efectos tienen las olas de calor en la salud de la ciudadanía? 

En gran medida, la morbi-mortalidad asociada al calor no se debe de forma directa a las altas temperaturas, lo que se llamaría «golpe de calor», sino que se relaciona con el agravamiento de otras patologías ya existentes, fundamentalmente cardiovasculares y respiratorias, si bien se ha encontrado incremento en la mortalidad por causas renales, gastrointestinales e incluso neurológicas. Por otro lado, se ha encontrado asociación entre el incremento de las temperaturas y el número de partos que se producen, así como con el número de bebés nacidos con bajo peso y partos prematuros. El grupo de personas que trabajan en el exterior y las personas que realizan ejercicio al aire libre durante las horas más calurosas del día también son grupos especialmente vulnerables. Actualmente, uno de los campos con mayor interés científico es el de la influencia de los efectos de las altas temperaturas sobre la salud mental de las poblaciones afectadas. La evidencia científica se va acumulando en torno a los trabajos que encuentran asociaciones robustas entre los episodios de olas de calor y el aumento de desórdenes emocionales y del comportamiento (incremento de la violencia y abuso de sustancias tóxicas: alcohol, medicamentos, drogas), así como un aumento de la tasa de suicidios durante episodios de temperaturas extremas y sequía. 

Estos episodios de calor extremo –como los episodios de frío extremo en los inviernos, como la famosa Filomena– ¿se van a convertir en un lastre más que sobrecargue los servicios de salud pública? De hecho, ¿cree que están ya teniendo un efecto directo sobre las urgencias médicas y los picos de atención?

Claro. El impacto de la temperatura –tanto por olas de calor como de frío– cada año provoca un exceso de mortalidad atribuible a estos fenómenos y, aunque se registra, no se hace aún con la especificidad que se necesita en un sistema de vigilancia epidemiológica de riesgos ambientales; ello teniendo en cuenta además el efecto sinérgico que otros factores ambientales –como la contaminación atmosférica, la sequía y los incendios– tienen sobre la salud. Respecto a los fenómenos extremos de calor, en gran parte de los países europeos, entre ellos España, hay en marcha desde el año 2004 planes de prevención en salud pública para minimizar los efectos de las temperaturas extremadamente altas sobre la salud. Estos planes han conseguido que las muertes atribuibles al calor en Europa en personas mayores de 65 años no se vean incrementadas en los últimos años, a pesar de que alcanzaron un máximo histórico estimado en 345.000 muertes en 2019 en todas las regiones adscritas a la Organización Mundial de la Salud (OMS). 

¿Cómo podemos los ciudadanos adaptarnos al cambio climático? 

No solo los ciudadanos deben realizar acciones individuales. La crisis climática es una crisis de salud pública y, por tanto, es deber de las administraciones competentes articular las medidas de mitigación y adaptación que sean necesarias para evitar que el impacto climático sobre la población vulnerable aumente. Descender a nivel local es fundamental para adecuarse a las características sociodemográficas heterogéneas de la población y realizar evaluaciones de riesgos. También es esencial diseñar y desarrollar planes integrados que aborden los impactos sanitarios de los distintos factores ambientales que potencian los impactos del cambio climático –contaminación atmosférica, intrusiones de polvo, sequías, incendios forestales– en vez de ser abordados de manera individual. Y también lo es reforzar el sistema de salud y sus infraestructuras para que sean resilientes a los impactos de la crisis climática y puedan seguir proporcionando servicios sanitarios a la población incluso en momentos críticos. Creo que se debería incrementar el gasto en programas y actividades de educación ambiental relacionadas con la salud y la adaptación de la población a las temperaturas extremas, explicando lo que ocurre y sus causas e informando de los numerosos beneficios de la acción climática en la salud y el bienestar de las poblaciones.

¿Hasta qué punto es consciente la ciudadanía de cómo el cambio climático está afectando ya a su salud y cómo lo hará en el futuro próximo? 

El cambio climático representa ya una amenaza emergente considerable para la salud pública mundial. Está modificando la manera en que debemos considerar la protección de las poblaciones vulnerables. Todas las poblaciones están expuestas a los impactos negativos en salud provocados por el cambio climático, pero hay circunstancias que incrementan la vulnerabilidad, como la ubicación geográfica y las desigualdades socioeconómicas, que a su vez aumentan las inequidades en salud. Grupos de especial susceptibilidad, por ejemplo, son los ancianos, las mujeres y los niños, las personas con bajo nivel de renta, personas con enfermedades de tipo crónico o los trabajadores al aire libre. 

Cada vez hay más enfermos crónicos en España. Uno de los factores es el envejecimiento de la población: se vive más tiempo y con más males cronificados. Pero ¿es también el cambio climático culpable de que cada vez se diagnostiquen más enfermedades crónicas y a población también más joven? 

Los impactos en salud del cambio climático pueden ser directos, a través del incremento en la mortalidad y la morbilidad que ocasiona el aumento de fenómenos meteorológicos extremos, e indirectos, a través de cambios en los ecosistemas o en los sistemas sociales. El cambio climático no crea nuevas enfermedades, sino que amplifica y redistribuye las ya existentes. Esto, por supuesto, influye en las características y condiciones sanitarias de una población determinada. El impacto sobre la salud de los riesgos que implica el cambio climático difiere totalmente en función del nivel socioeconómico de la zona geográfica afectada y, por tanto, de las condiciones prexistentes de salud de su población. Por ejemplo, no son lo mismo las consecuencias de la desertificación y la sequía en África, que implican hasta el mantenimiento de la propia vida, al empeoramiento de enfermedades de tipo respiratorio y circulatorio en los ciudadanos europeos. Y, por supuesto, esta crisis contribuye a un empeoramiento de las condiciones generales de salud de la población y a la cronificación de determinadas enfermedades. 

¿Está creando el cambio climático nuevas brechas en el acceso a la salud? Si es así, ¿cuáles?

Efectivamente, especialmente en los grupos de población más vulnerable. Nuestras últimas investigaciones se basan en analizar los factores que intervienen en los procesos de adaptación de la población a las temperaturas extremadamente altas y, aparte de las variables clásicas, como el porcentaje de personas ancianas, parece ser que el carácter urbano o rural de la provincia, así como el nivel de renta o el estado de la vivienda, juega un papel importante. Es importante conocer qué factores facilitan esta adaptación para poder modificar aquellos en los que se puede intervenir. La diferencia está en que la mortalidad atribuible al calor sea de 1.000 muertes al año o de 13.000. Las poblaciones con bajo poder adquisitivo viven generalmente en peores viviendas, aumentando su vulnerabilidad a las altas temperaturas.  

¿Se puede prevenir el efecto que el cambio climático tiene en la salud colectiva? Si se cumplen los objetivos marcados por el IPCC, ¿se conseguirá también frenar su impacto negativo en la salud? ¿O hemos cruzado ya un punto de no retorno?

Bajo mi punto de vista, la inercia del sistema es imparable, lo que no quiere decir que haya de abandonarse ni los procesos de mitigación [la reducción de emisiones gases de efecto invernadero] ni los procesos de adaptación de los ecosistemas, incluido el humano. Es verdad que los informes del IPCC son muy desalentadores en cuanto a que ya se han superado unos límites –incluso antes de lo pronosticado– de no retorno, pero cada décima de grado que se consiga reducir es importante para minimizar todos los impactos del cambio climático. Es importante transmitir a la sociedad que la acción por el clima, a través de la adaptación y la mitigación, tiene beneficios directos e indirectos muy importantes sobre la salud de las personas y las comunidades, previniendo y evitando enfermedades y muertes relacionadas con el cambio climático, salvando la vida de millones de personas. Quizás así reaccionemos.

Artículo completo Ethic

Comparte en tus redes sociales