La fenología se encarga del estudio de los cambios vinculados a las estaciones que experimentan los seres vivos, dependiendo de su propia idiosincrasia y sobre todo del ciclo climático. Las observaciones fenológicas son especialmente interesantes en las plantas con flores, que pueden actuar como indicadoras del comportamiento meteorológico anual o incluso como testigos del cambio climático.
Cada una de las fases del ciclo vital de las plantas –brotación, foliación, floración, cambio de color de la hoja y caída de la hoja– es consecuencia de la actividad de las hormonas vegetales. Estas sustancias son inducidas en unos casos por el propio reloj biológico del vegetal y, en otros muchos, por la incidencia de factores ambientales, como la cantidad y calidad de la luz (fotoperíodo), la humedad relativa en la atmósfera y en el suelo y las temperaturas máximas y mínimas, en especial las extremas.
El calentamiento global en las últimas décadas ha alterado las condiciones meteorológicas consideradas como normales, introduciendo una gran incertidumbre en la temporalidad de las distintas fases del ciclo vital de las plantas, causando retrasos, adelantos o comportamientos impredecibles.
La sincronización entre la floración y la eclosión de los insectos polinizadores es fundamental para la producción de frutos y semillas. Enrique Salvo Tierra, CC BY-NC-ND
Las flores, sensores demasiado perfectos
Las flores son órganos de una arquitectura compleja cuya formación requiere un elevado aporte de sustancias y energía. La fase de la floración se convierte así en un período de extraordinaria sensibilidad frente a los cambios ambientales.
El actual calentamiento global está aumentando la duración de la estación seca en climas mediterráneos. Es cada vez más evidente el adelanto del período previo primaveral, de mayor humedad y temperaturas más moderadas, condiciones favorables para la floración.
Como consecuencia, se ha detectado que algunas especies han adelantado la apertura de las flores. Este cambio tiene diferentes consecuencias sobre la biodiversidad, los ecosistemas y los servicios que estos prestan.
Riesgos para los ecosistemas
Este anticipo a meses que aún son proclives a extremos climáticos, como pueden ser heladas o tormentas de granizo, ponen en riesgo la continuidad en la formación de frutos y semillas.
Asimismo, la falta de sincronización entre la producción floral y la eclosión de insectos, claves en la polinización, merma en un porcentaje importante la producción de las simientes, lo que supone una disminución de la nueva generación filial. La reducción de poblaciones, en concreto de especies amenazadas, conlleva al riesgo de extinción de muchas de ellas.
La fuente nutricional de frutos y semillas es la base del armazón alimentario que sustenta los ecosistemas. El descenso en el flujo de materia y energía los hace más vulnerables a impactos, como la pérdida de biodiversidad o la incorporación de especies exóticas invasoras.
Frutales menos productivos
Son importantes las consecuencias socioeconómicas que este adelanto tiene sobre los servicios de aprovisionamiento, como son la calidad, cantidad y costes de la producción agrícola.
Si bien se ha observado que algunas especies, ante la impredecibilidad climática, son capaces de adaptarse a los cambios, y a pesar de adelantar la floración, mantienen su éxito productivo, los datos actuales de producción agrícola son preocupantes.
En especial los frutales de la familia de las rosáceas, como son almendros, cerezos, ciruelos y perales, bajan su productividad o generan frutos de peor calidad cuando se produce un adelanto de la floración.
Las alergias también se adelantan
La calidad del aire también se ve alterada por la floración temprana de muchas plantas. El polen del olivo, de las gramíneas y del plátano de sombra afectan a gran parte de la población con alergias, lo que supone grandes pérdidas socioeconómicas a la vez que un deterioro en la salud.
El adelanto en la floración de muchas de estas plantas supone una ampliación del calendario polínico y de la incidencia de estas afecciones.
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Pérdidas económicas para el turismo
Las grandes praderas de la región del Cabo, en Sudáfrica, de una extraordinaria diversidad cromática, son un buen ejemplo de cómo la floración es un gran atractivo turístico.
Otros ejemplos del valor cultural de la floración son el Hanami de los cerezos en Japón, vinculado a ricas tradiciones, y los cerezos del Valle del Jerte. La imprevisibilidad del adelanto floral puede conllevar en estos casos pérdidas importantes en las economías locales, que encuentran en ello un importante sustento.
La incertidumbre del futuro
Las predicciones climáticas para el resto de este siglo generan incertidumbres en el comportamiento de las plantas. El aumento de temperaturas extremas, las olas de calor y las noches cálidas en la estación primaveral pueden provocar graves alteraciones en la época de floración.
Como ha ocurrido a lo largo de la historia de la biodiversidad, algunas especies vegetales podrán adaptar su reloj biológico a la nueva distribución anual de las estaciones. En otras, por el contrario, la disminución de su productividad las conducirá a una modificación de sus áreas de distribución o incluso a la desaparición local.